El mayor peligro no ha sido la existencia de un mentiroso contumaz en la vida pública, sino la complacencia con que se le han dado micrófonos, escenarios y relevancia a sus mentiras.
No pueden alegar ignorancia. En el pasado,
como escribió Jean Francois Revel,
la ignorancia fue el mayor enemigo de la civilización. Hoy, en cambio, el mayor
enemigo es la mentira, ya sea burda, ya sea elaborada a través de la ideología
y de la propaganda.
En la sociedad global del conocimiento -y de
la información que no debe ser otra cosa que la diseminación del conocimiento-
la mayor tragedia del ser humano no es la incapacidad de distinguir entre lo
verdadero y lo falso, sino la proclividad a complacerse en la mentira, sea
porque la mentira nos resulte útil para conseguir parcelas de poder, sea porque
la mentira nos tranquiliza, sea porque la mentira satisface nuestra pereza
mental, sea porque la mentira nos divierte y parece un medio fácil de allegarse
simpatías.
Demagogos aficionados a mentir siempre han
existido, pero en sociedades básicamente sanas, que no han renunciado a regirse
por el apego a la verdad, tales demagogos no llegan muy lejos. En cambio,
tienen éxito cuando se desenvuelven en un medio que se solaza en la mentira.
Tal ha sido el caso de Andrés López Obrador.
El peligro para México no ha sido él, sino la complacencia con la que medios de
comunicación, políticos, analistas y negociantes le han dado categoría de
información atendible a sus mentiras y han cedido a sus reclamos de “espacios”
en el mundo de la información y el análisis.
Para cierto sector del PRI nostálgico, por
ejemplo, las mentiras y desplantes de López han sido particularmente útiles.
López ha sido su mejor aliado al dejarles todo el espacio de negociación con el
gobierno, en la misma medida que ha enajenado el discurso del PRD y de ese
amasijo de prejuicios que algunos denominan “izquierda”.
Hoy ha quedado claro el acierto de “El Economista” que se rehusó a seguir
el juego de las imposturas cuando el demagogo exigió –usando mentiras tan
aberrantes como proclamarse “presidente de México”– que los medios se pusieran
a su disposición. Muchos otros, presurosos, le
regalaron generosos espacios sólo para decirse sorprendidos, después, porque el
mentiroso contumaz aprovechó la oportunidad para seguir mintiendo.
EntrarTanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.