Ellos, los que se han apoderado de las carreteras federales, nos están robando, nos han estado robando por muchos años y nos seguirán robando por mucho tiempo más, sin que haya poder capaz de rescatar esas vías de comunicación para beneficio de la economía, incremento del bienestar y avance de la civilización.

Esta afirmación no es temeraria, no es a la ligera, no es producto de un enojo circunstancial y no tiene por finalidad deshacer un entuerto particular. Por el contrario es producto de muchos años de ser usuario del tramo Navojoa-Nogales, de ser víctima de la inseguridad, el riesgo múltiple, la tensión, la falta de servicios y auxilios oportunos y adecuados.

Esta imputación de que nos están robando está también originada en la certeza de que los años pasan y lo que debería ser un servicio de excelencia dadas las tarifas excesivas, frecuentes e insalvables, es un fraude perpetrado a la salida de las ciudades a todo viajante que quiera hacer uso de su derecho constitucional de trasladarse en territorio nacional.

Lo que el organismo Caminos y Puentes Federales de Ingresos y Servicios Conexos, mejor y tristemente conocido como CAPUFE, hace con los viajantes de las carreteras federales es mucho más pero nada menos que un latrocinio, ya que con las carretonadas de dinero que levantan minuto tras minuto, hora tras hora, día con día, mes con mes, año con año, se podría pavimentar con oro los dizque cuatro carriles con que pomposamente se anuncia, al menos aquí en el tramo Estación Don-Nogales en Sonora.

Pero no, no está pavimentada con oro la carretera federal 15. Es más a duras penas se puede decir que está pavimentada ya que hay tramos en estado deplorable de tantos baches y malformaciones que los vehículos tienen que sortear. Y por supuesto la estrechez de los carriles es motivo de frecuentes accidentes y ni se diga de la ausencia total de acotamientos, de áreas de servicio, para emergencias o para simple descanso.

Me va a disculpar el amable lector, pero una vez más las comparaciones son inevitables. Y es que ante la imposibilidad práctica de viajar hacia el sur, dado lo caro de la carretera, lo oneroso de las gasolinas y lo escaso, inaccesible y deficiente de los servicios, al viajero común que tiene la opción, se le plantea mil veces más conveniente tomar rumbo al norte. Y es al pasar la línea fronteriza cuando la gran diferencia se hace evidente.

En primer lugar, es gratis, no importa que el viajero sea mexicano, guatemalteco, coreano, jamaiquino o egipcio. Luego se advierte el diseño, la amplitud, la tersura del pavimento, la señalización, las áreas de descanso y de servicios básicos.

Otra cosa más: en las carreteras de Arizona, es posible observar lo insólito. El mismo viajero, que hace unos minutos allá en Sonora te rebasó por la derecha, tiró basura por la ventanilla o se bajó a orinar a la orilla de la carretera, ahora es un conductor respetuoso de la velocidad obligatoria, de las señalizaciones y es tan gentil y civilizado como el que más. Y es que sabe bien que los patrulleros gringos no se han andan con mordidas y tampoco están durmiendo en sus automóviles.

Ni nuda cabe, pues. Aquí en México las cosas seguirán igual y ni siquiera habrá voces disidentes que inviten a ponerle un alto al robo, al abuso, al fraude legalizado. Nos están robando y lo seguirán haciendo. ¡Vamos bien! dijo el presidente, ¿qué no? Pregunto yo…