El presidente Calderón se encuentra en un callejón sin salida. Si le pide la renuncia a Mouriño, estará convalidando la estrategia de López Obrador y traicionando al amigo y colaborador leal. Pero si lo mantiene en el cargo, les estará dejando a sus enemigos el parque para continuar sus ataques.
Desde un punto de vista político, poco importa si las acusaciones de
tráfico de influencias en contra de Juan Camilo Mouriño
son verdaderas o no. Lo importante es el impacto que éstas han tenido en la
opinión pública. Por ello puede decirse ya, antes de cualquier investigación,
que Andrés Manuel López Obrador ha tenido éxito en su estrategia.
Quizá Mouriño no esté herido de muerte. Cuenta,
después de todo, con el aval no sólo del presidente Felipe Calderón sino de
buena parte del PAN. Si no quiere renunciar, no tendrá que hacerlo. Pero
mientras se mantenga en la Secretaría de Gobernación, o en cualquier otro cargo
público, será un enorme pasivo político para el primer mandatario y para Acción
Nacional.
Hasta ahora la información disponible no comprueba que Mouriño haya cometido actos de tráfico de influencias. Ni
como legislador ni como asesor del secretario de energía tenía responsabilidad
en el otorgamiento o en la renovación de los contratos de transporte Pemex Refinación. Éstos los otorga la propia empresa con
procedimientos establecidos de antemano.
Si Mouriño hubiera realmente tratado de
maniobrar para beneficiar indebidamente a las empresas de su familia cuando
tuvo responsabilidades como legislador o como asesor del secretario de energía,
habría eliminado de inmediato cualquier vínculo entre él y las empresas. Lo
último que habría hecho es mantener su papel como apoderado legal. El que haya
tenido el cargo y firmado es, paradójicamente, su mejor coartada.
Otras informaciones pueden surgir más adelante, especialmente si
consideramos que López Obrador ha encontrado en Mouriño
un blanco fácil que puede unir a las distintas tribus del partido en un momento
en que el proceso interno de renovación de dirigentes ha generado profundas
heridas. Todo perredista estará revisando con lupa
cualquier actividad que haya tenido Mouriño. No habrá
mejor premio para cualquiera que encontrarle faltas a quien no sólo es el
secretario de gobernación del “presidente espurio” sino además su amigo
personal y posible candidato del PAN a la Presidencia de la República en el
2012.
Hasta el momento lo que hemos visto son simples ataques políticos. Pero
no se requiere nada más. La firma de los contratos como apoderado legal de Ivancar podrán ser tan legítimos como se quiera, pero la
imagen de Mouiño ha sufrido ya un severo golpe. El
secretario de gobernación puede mantenerse en el cargo; pero en el futuro
cualquier presentación suya, cualquier entrevista, estará marcada por la sombra
de Ivancar.
También Ulises Ruiz ha logrado mantenerse a la cabeza del gobierno de
Oaxaca y Mario Marín del de Puebla. Pero los fantasmas generados por el
movimiento magisterial y el caso Lydia Cacho ni han
desaparecido ni lo harán a todo lo largo de sus mandatos.
El presidente Calderón se encuentra
en un callejón sin salida. Si le pide la renuncia a Mouriño,
estará convalidando la estrategia de López Obrador y traicionando al amigo y
colaborador leal. Pero si lo mantiene en el cargo, les estará dejando a sus
enemigos el parque para continuar sus ataques. El presidente de las manos
limpias no podrá sostener tan fácilmente que es un político de toda la vida que
no ha manchado su plumaje en el lodo del pantano.
EntrarTanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.