Grand Rapids, Michigan (AIPE)- “La gente en el mismo negocio pocas veces
se reúne para pasarlo bien y divertirse sin que la conversación termine en una
conspiración contra el público o en alguna estratagema para aumentar los
precios”. A muchos les sorprende que el
autor de esta cita no es Marx ni otro socialista,
sino del libro “La riqueza de las naciones”, escrito en 1776 por el apóstol del
libre mercado en el siglo XVIII, Adam Smith.
Smith mantiene que –contrario a lo que a
menudo leemos en la prensa, oímos desde el púlpito o aprendemos en la escuela– a
muchos líderes empresariales no les entusiasman los mercados libres. Prueba de
ello es la “asistencia corporativa”, expresión que describe los programas
gubernamentales que logran cabilderos y ciertos grupos empresariales para
beneficiar a su industria, a menudo a través de subsidios, proteccionismo y
exoneraciones de impuestos.
Uno de los peores son los subsidios agrícolas, que bajo la excusa de la seguridad
nacional o la preservación de la naturaleza, se asignan a dedo a las grandes
empresas agrícolas tanto en Estados Unidos como en Europa. Los perjudicados son
los agricultores de los países en desarrollo, quienes entonces no pueden
exportar su producción.
Pero la oposición empresarial al mercado no termina allí. Muchos líderes
empresariales, especialmente de Estados Unidos y Europa, se oponen al libre intercambio
comercial, lo cual implica desregulación y eliminación de aranceles, porque no
quieren confrontar la competencia de naciones emergentes que ofrecen nuevos
productos de mejor calidad y a menor costo.
No es que todos los empresarios del mundo en desarrollo apoyen la libre
iniciativa. En América Latina subsisten las corruptas relaciones de políticos
con determinados grupos empresariales, quienes mantienen sus privilegiadas
posiciones sobornando a burócratas.
La revista The Economist
reportó el año pasado sobre el despegue de la “boliburguesía”
en Venezuela; esa es la nueva clase empresarial venezolana, cuyo principal
activo es su conexión con el gobierno de Chávez. El éxito se ha lubricado con
sobornos, por lo que el Banco Mundial catalogó a Venezuela como el segundo país
más corrompido en las Américas, el año pasado.
Según Transparencia Internacional, la corrupción es menor en los países
desarrollados, pero algunos empresarios de esas naciones consiguen favores ilícitos
de gobiernos locales, a través de la expropiación de viviendas y terrenos,
supuestamente en beneficio público, pero que en
realidad es para lograr altas ganancias en nuevas urbanizaciones, edificios o nuevas
plantas industriales. Tales empresarios rehúsan entender que proteger la propiedad privada es clave del
crecimiento y la prosperidad.
Al mismo tiempo vemos los esfuerzos para impedir que quiebren quienes
han hecho malos negocios en el mercado hipotecario, imponiendo medidas
keynesianas.
También observamos que las escuelas universitarias de administración se
concentran en contabilidad, finanzas, relaciones laborales y procedimientos,
pero muy poco en libre competencia y libre iniciativa. Aunque administrar no
tiene siempre que ver con asumir riesgos, sí implica planificación, control y
creatividad.
No es suficiente que los empresarios apoyen el intercambio comercial,
los líderes empresariales tienen que apoyar la libre empresa y la libre
competencia, de lo contrario se tornarán en cabilderos, cuyo éxito depende de
decisiones políticas, sin que sus empresas aporten
verdaderos beneficios a los consumidores.
___* Director de investigaciones del Acton Institute.