El tema de la reforma energética en Pemex ha desatado una serie de comentarios a favor y en contra de la misma. Hay desde quienes la consideran una reforma insuficiente hasta aquellos que la rechazaron incluso desde antes de su presentación. Sin embargo, es lamentable que el tema que más impere en todos los medios de comunicación en estas últimas dos semanas tenga que ver con la clausura del Congreso por parte de un grupo de legisladores para impedir que se lleven a cabo los canales institucionales y democráticos de discusión y votación de la iniciativa de reforma presentada por el Ejecutivo, lo cual por definición, dista mucho se ser un ejercicio democrático para convertirse en uno de autoritarismo y revanchismo puro.

Adicionalmente, y como comentábamos anteriormente, lo curioso de todo esto es que los detractores más recalcitrantes de dicha reforma acusan al Gobierno Federal de querer privatizar a Pemex, situación irónica, sobre todo si se considera que la iniciativa de reforma jamás contempla ese hecho, ya que en el documento se enfatiza categóricamente, entre otras cosas, que “No se privatizará Pemex, ni sus activos o infraestructura”.

A nuestra manera de ver las cosas, este tema políticamente incorrecto (la privatización) no está en la mesa de discusión por parte de ningún político (incluyendo al Gobierno Federal), bueno, hasta Calderón en su mensaje dado a la nación para la presentación de la iniciativa de reforma energética, hizo hincapié en la no privatización de Pemex más de cinco veces, a lo cual nos preguntamos ¿Cuál es el verdadero temor de los políticos a la privatización?, seguida de: ¿Y si se pone en la mesa de discusión ese tema? ¿Por qué es mejor privatizar?

La razón principal es que las empresas públicas son menos eficientes que las privadas, al mezclarse las decisiones económicas con consideraciones políticas, tales como el mantenimiento del empleo y el atractivo político de fijar los precios por debajo de los costos. Adicionalmente, en una empresa pública, los derechos de propiedad no están bien definidos, lo que se presta a la confiscación privada de los recursos públicos, generando corrupción, de ahí que los principales opositores a las privatizaciones sean los sindicatos, los administradores y la estructura de proveedores protegidos, y cuya coartada es la supuesta pérdida de la soberanía o propiedad nacional.

Adicionalmente, las privatizaciones pueden beneficiar a la sociedad por lo menos a través de:

1)      Un aumento de eficiencia productiva al reducirse la interferencia política, al ejercer vigilancia los accionistas sobre los administradores, y al inducirse una disciplina financiera por la desaparición del respaldo gubernamental ante quiebras o dificultades financieras. La eficiencia permite ofrecer menores precios y mejor calidad de los productos.

2)      Un aumento de la producción si se promueve la competencia o, en caso de sectores poco competidos, si se establece una regulación eficiente para alcanzar ese objetivo.

Por otra parte, las deficiencias en algunos procesos han generado dudas sobre las bondades de la privatización en México. Sin embargo, los problemas han obedecido a factores diferentes de la transferencia de la propiedad, como la presencia de garantías ilimitadas del gobierno y un deficiente sistema judicial.

Milton Friedman decía que los esfuerzos bien intencionados del gobierno no sirven de mucho y que siempre se suelen transferir recursos del mercado privado al mercado gubernamental y que el mercado privado funciona y el gubernamental no.

Afirmaba que es mucho más difícil entender por qué gente del gobierno supuestamente inteligente y bien intencionada han producido resultados desastrosos en materia económica. Una razón, es sin duda, decía, el poder de los intereses especiales. Sin embargo creía que una respuesta más fundamental tiene que ver con la diferencia entre el interés propio de individuos que se relacionan en el mercado privado, y el de aquellos que se desenvuelven en el mercado político. Ponía el ejemplo: “Si usted ha iniciado una empresa en el mercado privado, y le empieza a ir mal, la única manera de continuar es sacando dinero de su propio bolsillo, lo cual es un gran incentivo para cerrarla. Por el otro lado, si empieza la misma empresa en el sector gubernamental, con los mismos prospectos de fracaso, y ésta fracasa, tiene una mucho mejor alternativa: Puede decir que su proyecto o programa debió ser implementado a mayor escala; y no tiene que acudir a su bolsillo sino tiene otro muchísimo más grande: el del contribuyente”, con lo que concluía que si una empresa privada fracasa, se cierra; si una empresa gubernamental fracasa, se expande.

Por otra parte, la evidencia internacional a favor de la privatización es contundente. En la India, por ejemplo, la economía creció en un promedio anual del 5.8% en los años 90; en un promedio del 6.8% anual a principios de esta década, y en un promedio anual de 8% en los dos últimos años. Por el contrario, la economía mexicana evolucionó en promedio un 2.9% promedio anual en el sexenio pasado. En una entrevista a principios del 2007 que realizó Andrés Oppenheimer al ministro de Planeamiento de la India, Montek Singh Ahluwalia, y a pregunta expresa respecto a qué ha hecho la India para crecer sostenidamente y sacar de la pobreza a unas 100 millones de personas en los últimos años, contestó que un elemento clave fue "liderar el alejamiento de un sistema de excesivo control estatal y movernos hacia un sistema que les da más juego a las fuerzas del mercado y al sector privado", dijo. Afirmó que desde 1991, la mayoría de las industrias controladas por el gobierno han sido desmanteladas. La lista de 18 industrias que estaban reservadas para el sector gubernamental -que incluían el hierro, el acero, plantas pesadas, telecomunicaciones y compañías eléctricas- habían sido reducidas a dos: aviones militares y generación de energía atómica.

A otra pregunta respecto a que si no había habido protestas masivas en contra de las privatizaciones, respondió que las privatizaciones en la India se hicieron de manera muy diferente de las que se realizaron en general en América Latina. Aclaró que en lugar de vender todas las compañías estatales a inversores privados, la India mantuvo muchas de ellas, pero al mismo tiempo permitió que comenzaran a operar empresas privadas que les hicieran competencia. "Nosotros no privatizamos completamente el sistema estatal de telecomunicaciones, como lo hizo por ejemplo Brasil, sino que les abrimos el campo de juego a empresas privadas", dijo Ahluwalia. "Les permitimos entrar, cosa que anteriormente no podían hacer", agregó. Eso ayudó a hacer que la apertura económica fuera menos resistida, añadió.

El avance económico de cualquier país requiere de un ambiente propicio para el desarrollo de los negocios, lo que incluye la eliminación de cualquier impedimento a la iniciativa individual y la competencia de los mercados. Cualquier intento de reforma, como la energética, debe ser visto siempre desde el punto de vista del consumidor y no a través de ciertos grupos de interés públicos y/o privados. Es lamentable que nadie exija que se incorpore al debate de la presente reforma energética la privatización de ésta, dando por hecho que lo mejor para el país es que el Gobierno siga controlando esta industria.