En México, como en todos los demás países, gobernar es, ante todo, sinónimo de redistribuir. La principal tarea del gobierno es quitarle a unos para darle a otros, lo cual atenta en contra de la propiedad y libertad de los primeros: en contra de la propiedad porque, de manera coactiva, cobrando impuestos, el gobierno les quita parte de sus ingresos; en contra de la libertad porque la propiedad es, sobre todo en el ámbito de la economía, su condición necesaria: para ejercer la libertad de emprender se requiere la propiedad de los medios de producción, y para practicar la libertad de consumo se necesita la propiedad de los ingresos.

La principal tarea del gobierno es quitarle a unos para darle a otros, al grado de que no hay grupo de interés, desde los pobres hasta los artistas, sin olvidar a los empresarios o a los deportistas, que no pretenda obtener una parte del presupuesto gubernamental. Cada uno de estos grupos aspira a conseguir recursos del gobierno y, por lo general, los gobernantes están dispuestos a otorgarlos: es la manera de justificar su existencia y de crear su clientela política. Sin embargo, no hay que olvidar que no es el gobierno el que otorga esas dádivas: son los contribuyentes, a quienes el gobierno les quita parte de sus ingresos con el fin de dárselos a alguien más.

Cada vez que un grupo de interés exige recursos del gobierno los reclama, en realidad, de los contribuyentes. ¿Qué justifica esa demanda? Nada, absolutamente nada.

El cobro de impuestos se justifica, primero, si son pocos, bajos y parejos y, segundo, si el gobierno los usa para garantizar la seguridad e impartir justicia, lo cual debe beneficiar a todos por igual. La redistribución supone, uno, impuestos disparejos (muchos y elevados para quienes se les quita y pocos y bajos para quienes se les da) y, dos, que el gobierno beneficie a unos (a quienes les da) y perjudique a otros (a quienes les quita).

Se trata del gobierno hada madrina, que pretende satisfacer todas nuestras necesidades, proporcionándonos todos los bienes. La realidad es que solamente lo puede hacer con algunos, pero no con todos, por una razón muy sencilla: no es el gobierno el que satisface las necesidades y proporciona todos los bienes, son los contribuyentes. El gobierno se limita a quitarle a unos para darle a otros, lo cual viola la propiedad y limita la libertad, libertad y propiedad que el gobierno debería reconocer plenamente, definir puntualmente y garantizar jurídicamente, siendo ello la única justificación de su existencia.

El gobierno debe existir para evitar que, directamente, unos violen la propiedad y limiten la libertad de otros. En realidad existe para que, indirectamente, unos (los grupos de interés) atenten en contra de la propiedad de los demás (cobrando impuestos con fines redistributivos) y restrinjan su libertad (dado que la propiedad es la que hace posible la libertad de emprender y consumir). Al final de cuentas el gobierno hace lo que prohíbe hacer: quitarle a unos para darle a otros. Y no solamente lo hace, sino que ese quitarle a unos para darle a otros se ha convertido en su razón de ser: gobernar es sinónimo de redistribuir, independientemente del partido político que esté en el poder. Todos los partidos, en mayor o menor medida, proponen, entre sus planes de gobierno, redistribuir. Cualquier gobierno, de izquierda, centro o derecha, redistribuye, quitándole a unos para darle a otros. ¿Qué lo justifica? Nada. Y, sin embargo, es el pan nuestro de cada día: el gobierno violando la propiedad y limitando la libertad. ¿Cómo es posible que los gobernados lo hayamos permitido?

El gobierno hada madrina es uno de los principales obstáculos del verdadero progreso económico. ¿Estamos dispuestos a eliminarlo?