La modestia, más bien pobreza, en la que vive la Nación Seri en la comunidad de Punta Chueca, me arroja a la vista, a la conciencia, una vez más la terrible paradoja de una comunidad ancestral, asentada en un paisaje hermoso y extraordinariamente rico, pero marginada completamente de las formas productivas y de convivencia que sean capaces de proveerlos de un nivel de vida más digno y solvente.
“Hace muchos, muchos años había un
Señor que vivió entre los Seris (Comcáac)
y que era muy sabio y muy bueno. Él vino y le puso nombre a todas las cosas, a
los animales de la tierra, del aire y del mar. Él nos enseñó a pescar, a cazar,
a usar las plantas del monte para comer, para curar, para pelear y para jugar.
Después desapareció y no ha vuelto acá, con nosotros”. Quien así se expresa es
Antonio Robles, un indígena Seri del poblado de Punta
Chueca, a unos
Don Antonio tiene 75 años de edad y
es poseedor de un vigor y una agilidad asombrosa. Es miembro del Consejo de
Ancianos de la Nación Comcáac y es nuestro guía a la
Isla del Tiburón, área protegida de acuerdo a la legislación mexicana y lugar
considerado sagrado por ellos mismos.
El objetivo es que un grupo de
profesores del Centro de Estudios Superiores del Estado de Sonora (CESUES),
entre en contacto con las costumbres, modo de vida y riqueza natural de los seris, con el propósito de que se conviertan eventualmente
en promotores del turismo ecológico en el ambiente inalterado de la Isla del
Tiburón y de la enorme porción de la costa de Sonora que se considera su
territorio.
La barcaza en que nos transportamos
es conducida por Alfredo, otro miembro de la comunidad y en menos de 30 minutos
estamos desembarcando en una hermosa playa del lado oriental de la Isla. Ya
ahí, iniciamos una agradable caminata por arenas límpidas y frescas y nos dirigimos
al estero San Miguel (Haanc Xtáasi),
conducidos por la maestra Lorena Enríquez del Centro de Investigación en Alimentación
y Desarrollo (CIAD) y del promotor cultural Seri
David Romero.
La excursión la hacemos como parte
de una programa de turismo ecológico promovido por la organización Seri Ecoturismo Ctam Coyai, A.C., el CIAD y otras organizaciones nacionales e
internacionales, las cuales tienen interés en diversificar las fuentes de
ingreso en la comunidad, pero sin alterar el equilibrio de los ecosistemas
asentados en las aguas, esteros, marismas y montes pertenecientes al territorio
Comcáac.
La actividad incluye un poco de
historia de la nación, costumbres y tradiciones; otro poco de la ecología de
los esteros y las aguas marinas que los alimentan; otro poco de juegos
tradicionales, deportes acuáticos y, en el momento del apetito, degustación de
productos marinos recién capturados por los pescadores de Punta Chueca.
Ya de regreso a Punta Chueca,
todavía en el agua y a punto de desembarcar nos vemos rodeados de señoras de
rostros morenos, largas faldas de colores chillantes
y cubiertas de collares de conchas y semillas, y otras artesanías elaboradas
por ellas mismas. Son muchas y los productos que ofrecen son de una gran
variedad, por lo que a pesar de su bajo precio, nuestros bolsillos no alcanzan
a cubrir la enorme oferta de que somos objeto.
Su insistencia es también enorme y
al final terminan ofreciendo su artesanía a cambio de comida, huaraches de
hule, ropa, hieleras y cualquier otro objeto que les llame la atención o que
para ellas resulte de utilidad. No todas ellas logran sus objetivos comerciales
y de ello hablan sus expresiones faciales: contentas quienes lograron vender o
intercambiar algo y tristes y hasta molestas quienes no lo lograron.
La modestia, más bien pobreza, en la
que vive la Nación Seri en la comunidad de Punta
Chueca, me arroja a la vista, a la conciencia, una vez más la terrible paradoja
de una comunidad ancestral, asentada en un paisaje hermoso y extraordinariamente
rico, pero marginada completamente de las formas productivas y de convivencia
que sean capaces de proveerlos de un nivel de vida más digno y solvente.
Al divisar el caserío en el momento
de la partida hacia Hermosillo se me configura una imagen de aquel hombre sabio
que le puso nombres a las cosas que rodean a los seris.
Al observar la pobreza, la basura, el atraso, la marginación evidente en que se
encuentran, no soy capaz de desaparecer de mi mente la figura de aquel Quetzalcóatl de los seris que les
enseñó a pescar, a cazar, a convivir, en un mundo totalmente diferente al del
siglo XXI.
En el camino de regreso a
Hermosillo, Lorena nos explica que de acuerdo a la cosmovisión Comcáac, por siglos ellos han vivido en un modo de
equilibrio con la naturaleza, extrayendo sus frutos justo en la medida de sus
necesidades, lo cual en muchas formas no encaja en los procesos de intercambio
dentro de los cuales nos desenvolvemos “los yoris”,
es decir, los que no pertenecemos a la etnia Seri.
En los días subsiguientes a la
visita a Punta Chueca las interrogantes aumentan y todas están relacionadas con
el destino incierto que esa extraordinaria etnia sonorense -su cultura, sus saberes, su modo de vida, sus costumbres y tradiciones- tendrá
en el nuevo ambiente, en la nueva circunstancia que la civilización global les
está creando, materializada en la carretera costera que pronto atravesará su
territorio y facilitará las gasolineras, los supermercados, los expendios de
cerveza, la contaminación, la música chafa, los celulares, la televisión
ramplona, la narco cultura.
En lo personal, no comparto la
visión romántica de algunos investigadores y académicos que proponen para los seris una especie de aislamiento, de confinamiento
cultural, algo así como convertirlos en museo viviente, pretendidamente inmunes
a las “amenazas del mercado”.
¿Por qué no pensar para esta etnia,
al igual que para muchas otras de nuestro país, en un desarrollo económico
sustentable, con mejor calidad de vida, pero sin extinguir sus tradiciones, sus
creencias, sus prácticas, sus saberes, en una especie
de sincretismo cultural moderno, que tome lo mejor de ambos mundos e inmunice,
ahora sí, a los miembros de la comunidad contra la pobreza, la mendicidad y la marginación?
Una prosperidad en síntesis, que
esté acorde a la naturaleza que les rodea, de la cual forman parte y dependen
al mismo tiempo de ella.
EntrarTanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.