Operar una reforma energética con un Secretario de Gobernación que es juez y parte no fue un buen comienzo. Tratar de aprobar una reforma tan profunda y trascendente al vapor legislativo tampoco. El debate público que se ha generado sobre la reforma energética es una oportunidad para el actual gobierno de escuchar y reconciliarse con amplios sectores de la sociedad; la palabra república viene del latín “res publica”, que significa “cosa de todos:”; y el debate público es, según Robert Dahl, unas de las características indispensables de la poliarquía.

Sin justificar el manejo discrecional de las empresas energéticas nacionales de Rusia y Bolivia, hay que observar la tendencia estratégica a nacionalizar los hidrocarburos por parte de jugadores mayores en su región y a nivel mundial. No se trata de un tesoro, sino de una mina de oro de un valor al alza. Cualquier intento de privatización es contrario a las leyes de mercado; no es lógico vender patrimonio al alza, ni a la gallina de los huevos de oro.

La polarización sobre el debate tampoco es buena; sin embargo, me inclino hacia una posición nacionalista por una sencilla razón: las privatizaciones más importantes del pasado reciente (Telmex, TV Azteca, Aeroméxico…) se han realizado favoreciendo a intereses privados y de ninguna forma ayudado al país. Encuentro elementos en esta reforma energética para que siga este sendero-dependencia, digamos trayectoria.

Con la gasolina al alza y México sin refinerías, nuestro abasto energético se encuentra totalmente comprometido. La privatización de varios sectores de la producción se haría en detrimento de la soberanía energética, lo que no puede ser conveniente como nación. PEMEX “no es rentable” porque siempre ha estado mal administrado, que se realice una re-ingeniería administrativa, por siempre ha dado concesiones a regiones especificas como Campeche, que se acaben, por siempre ha dado dinero a campañas políticas, que se fiscalice de cerca a la paraestatal y al sindicato y que se rindan cuentas del pasado y el presente, por siempre ha cargado gran parte del erario publico, que se le de una carga menor, por siempre han existido fugas en la distribución y robos, que se les arregle a las primeras y se invierta en mayor tecnología y recursos para detectar las últimas.

Con la gasolina la inflación va también al alza, no en México sino en el mundo entero. Y con el precio del barril de crudo con máximos históricos cada trimestre la inflación seguirá esta tendencia. La capacidad del actual gobierno para luchar contra la inflación es muy limitada porque es básicamente una tarea del Banco de México, cuyo gobierno es autónomo. Estrategias como crear más carreteras no sé realmente si son parte del problema o de la solución; me explico, mucho de ese dinero se va en asesorías ficticias por un lado y segundo hay proyectos en marcha que en cuanto se expropie el primer metro cuadrado van a generar tanto clamor social que van a ir para atrás, recuérdese el proyecto de aeropuerto en el EDOMEX y el proyecto actual de carretera en esta entidad.

Finalmente, el crimen organizado va ganando por goleada. Del centro para arriba hay una guerra contra el narco en la que la voluntad decidida del actual gobierno enfrenta a históricas redes de impunidad y corrupción, y se quiere acabar con la fuerza instituciones informales que se apoyaron y apoyan desde otros niveles de gobierno. El crimen organizado creció y crece de la mano del gobierno, en este momento se le combate por un lado pero por otro existen y se multiplican las complicidades del gobierno; es por ello posible analizar a la lucha contra el crimen organizado como una lucha intestina del gobierno, lo que complica más el pronóstico de quién ganará. Quienes de seguro seguirán perdiendo serán los ciudadanos, atrapados a la mitad de una guerra entre los representantes de sus representantes.