La iniciativa de nueva ley migratoria de Estados Unidos, aprobada por la Cámara de Representantes el 16 de diciembre, ha generado una tormenta política en nuestro país. Casi todos los políticos que no se han ido de vacaciones han aprovechado la atención de los medios de comunicación para quejarse públicamente de la ley. Nadie quiere aparecer ante la opinión pública nacional como débil ante los gringos.

La nueva ley, que aún tendría que ser aprobada por el Senado para ser promulgada, es bastante absurda porque no trata los temas de fondo de la migración sino que busca exclusivamente controlar algunas de sus causas. De poco sirve, por ejemplo, ampliar los muros que dividen a México de los Estados Unidos en algunas partes de la frontera o establecer penas de cárcel para los inmigrantes ilegales cuando las fuerzas económicas que impulsan el movimiento de población siguen estando presentes.

El que los legisladores estadounidenses hayan sido miopes ante las causas fundamentales de la migración no significa, sin embargo, que las protestas de los políticos mexicanos sean más inteligentes. En primer lugar hay que entender que la política migratoria es una parte fundamental de la soberanía de cualquier país. Nuestros políticos no aceptarían ninguna indicación de sus colegas estadounidenses para modificar nuestra política migratoria, la cual es, a propósito, bastante más restrictiva que la de la Unión Americana. Pero es absurdo protestar por el trato que los estadounidenses les dan a los inmigrantes ilegales cuando han sido las pésimas políticas económicas de nuestro país las que han generado la fuga constante de mexicanos a Estados Unidos.

La actitud de los políticos mexicanos debería ser completamente distinta. Por supuesto que pueden señalar que hay fuerzas económicas que provocan la migración, por lo que una nueva legislación no la detendrá si sólo se aboca a las consecuencias y no al fondo. Pero deben entender también que los problemas que genera la migración no son culpa de los estadounidenses sino de nosotros, los mexicanos.

México tiene un potencial económico enorme, pero no lo hemos sabido desarrollar. Tenemos los recursos naturales, la mano de obra deseosa de trabajar y la vecindad con el mayor mercado del mundo. Pero mientras nuestros políticos sigan poniendo obstáculos burocráticos a la inversión, no llegaremos a ningún lado.

Así como no tiene sentido que los legisladores estadounidenses ordenen la construcción de un muro para detener un flujo migratorio que tiene una causa económica de fondo, así resulta absurdo que nuestros políticos critiquen a los gringos por el trato que dan a nuestros emigrantes. Después de todo, nosotros tratamos peor a quienes llegan a nuestro país. Y son nuestros políticos los responsables de haber generado la pobreza que ha obligado a millones de mexicanos a buscar trabajo en una economía más libre y eficiente.