La llamada reforma energética no pasará de ser una reformita de PEMEX, cuyo resultado podrá ser un aumento en la productividad de la empresa petrolera, pero de ninguna manera un incremento en su competitividad. Y no hay que olvidar que, para la empresa monopólica, un aumento en su productividad se traduce en mayores ganancias, pero no en menores precios, por lo que se beneficia ella pero no el consumidor. En ello estriba la gran diferencia entre productividad, definida como la capacidad para hacer más con menos, y la competitividad, definida como la posibilidad para hacerlo mejor que los demás, competitividad que requiere de los demás, demás que en el mercado son los competidores, mismos que para PEMEX no existen.

La reformita de PEMEX dará como resultado…, más de lo mismo, ya que supone cambios accidentales, pero ninguna transformación esencial. La reformita de PEMEX parte del supuesto de que la esencia de la industria petrolera mexicana es la correcta, razón por la cual hay que mantenerla, llevando a cabo solamente cambios accidentales. La reformita de PEMEX parte del supuesto de que el capital gubernamental es mejor que el capital privado (olvidando que todo capital gubernamental fue primero capital privado). La reformita de PEMEX parte del supuesto de que un burócrata gubernamental, administrando activos “públicos”, es mejor que un empresario particular invirtiendo capitales privados. La reformita de PEMEX supone que el monopolio gubernamental es mejor que la empresa privada sujeta a la disciplina de la competencia. La reformita de PEMEX supone muchas cosas que, bien vistas, son puros disparates, sobre todo desde el punto de vista de la ciencia (ojo: ¡ciencia!) económica.

¿Por qué les resulta, a los encargados de haber cocinado la reformita de PEMEX, tan difícil entender que la peor manera de ofrecer bienes y servicios es por medio de un monopolio, que además es del gobierno y que, para colmo de males, opera en un sector estratégico de la actividad económica? Monopolio: empresa al margen de la competencia y, por ello, al margen del único incentivo real para la competitividad. Monopolio del gobierno: empresa en la cual el derecho de propiedad sobre los activos no está puntualmente definido - ¿de quién es PEMEX? -, por lo que se genera el riesgo moral de una administración deficiente, ya que los resultados de la misma, buenos o malos, no tienen ningún efecto, divisorio o multiplicador, sobre el patrimonio de los administradores, que son eso, administradores, pero no propietarios. Monopolio del gobierno en sector estratégico: empresa que contagia su falta de competitividad (y al ser monopolio por definición es incompetente) a las empresas a las que provee de bienes o servicios, siendo esa la principal característica de los sectores estratégicos de la economía: proveen de bienes y/o servicios al resto de las actividades económicas.

Llegados a este punto se me podrá decir que paso por alto el punto más importante de todo lo relacionado con el petróleo y con PEMEX, siendo ese punto el siguiente: el petróleo, y la empresa encargado de explotarlo, no están allí para servir de la mejor manera posible a los consumidores de hidrocarburos y derivados, sino para distribuir riqueza entre los mexicanos, ¡algo muy distinto!, razón por la cual mis argumentos económicos, a favor de una mayor competitividad de PEMEX, no vienen al caso. ¡Y tienen razón! Si la razón de ser del petróleo y PEMEX es la de distribuir riqueza entre los mexicanos, la competitividad que beneficiaría a los consumidores resulta contraria a ese propósito.

Continuará.