Si el Partido Republicano ofrece básicamente lo mismo que el Demócrata ¿por qué los electores iban a aceptar el remedo si pueden obtener la versión genuina y radical por el mismo precio (el voto)?
Hace 20 años la posibilidad de que los
comunistas gobernaran Estados Unidos era asunto puramente de ficción.
En 1987 la exitosa serie de
televisión Amerika presentaba a la
nación más poderosa del planeta postrada bajo la bota soviética. Entre lo que
más perturbó al público fue la cantidad de estadounidenses colaboracionistas
con el invasor rojo, que la ficción presentaba.
Mientras que Amerika
se concentra en cómo era la vida en Estados Unidos diez años después de la
invasión soviética, la película Red Dawn (1984)
iniciaba en el día uno de la agresión y describía los siguientes meses y años
de heroica resistencia ante los conquistadores soviéticos y cubanos.
Pero ni en la ficción parecía
posible que fuera electo un presidente comunista. Nadie lo hubiera imaginado en
noviembre de 1989 cuando cayó el Muro de Berlín y se inició el derrumbe del
régimen más maligno que haya conocido la humanidad. Tampoco nadie podía
imaginar el triunfo electoral de los comunistas en Estados Unidos cuando
desapareció la Unión Soviética en diciembre de 1991 o el 11 de septiembre de
2001, para citar otro hito en la historia contemporánea.
Sin embargo, una las peores
pesadillas imaginables ha cobrado realidad este 4 de noviembre de 2008, el día
en que el pueblo estadounidense decidió suicidarse y destruir el que, pese a
todos sus defectos e insuficiencias, es uno de los mayores logros del género
humano: el sistema de libertades de Estados Unidos.
No abrigo la menor duda sobre la
pureza de las convicciones comunistas y anti-capitalistas
del señor Barak Hussein Obama ni de los líderes del Partido Demócrata.
Obama es una suerte de Hugo
Chávez que así como ha usado la democracia para llegar al poder, se valdrá de
la misma para implantar un régimen comunista, en forma esencialmente parecida a
como ha venido ocurriendo precisamente en Venezuela y también en Ecuador y
Bolivia.
Podríamos pasar semanas, meses y
años azorándonos sobre la monumental paradoja y anacronismo de que, justamente
en el país que fue el principal baluarte de la resistencia contra el comunismo,
que se alzó victorioso sobre el mismo en la contienda global del siglo XX y en donde
el capitalismo –jamás 100% puro– mostró sus enormes
bondades, sea donde ahora los comunistas conquistan el poder.
Pero más productivo parece ser
preguntarnos si es posible remontar esta tragedia y cómo. Y en tal sentido lo
primero es sacudirnos de al menos tres vanas ilusiones.
La primera es la ilusión de creer
que quienes debían impedir que los comunistas se apoderaran de Estados Unidos,
serán capaces de echarlos del poder. El pecado de los conservadores (ya habrá
oportunidad de juzgar a los “libertarianos”) son las
graves concesiones ideológicas que por décadas hicieron a los izquierdistas, y
como bien dijo la gran Ayn Rand:
“No se puede alcanzar la victoria de las ideas propias ayudando a propagar las
opuestas”.
La primera concesión fue aceptar que
la democracia se convirtiera en el valor supremo, por encima incluso de los
derechos del individuo, con lo cual estos fueron relativizados y sujetos al
arbitrio de las mayorías.
De ahí se desprendió la segunda gran
concesión: dejar de considerar a la propiedad privada un derecho sagrado. Richard
Pipes explica en forma magistral en su obra “Propiedad y libertad”, la manera
en que el derecho a la propiedad privada fue siendo acotado y relativizado en
el siglo XX en Estados Unidos, hasta casi convertirse en una graciosa concesión
de posesión o dominio por parte del Estado.
Los republicanos no hicieron una defensa
de principios de la inviolabilidad de la propiedad privada. Su diferencia
frente a los izquierdistas respecto a la injerencia del Estado fue una
diferencia de grado, solamente. Al final aceptaron el programa socialista y
crearon una versión vergonzante del mismo (con Bush
se llamó “conservadurismo compasivo”). Terminaron por aceptar el impuesto sobre
la renta, el Estado de Bienestar, las intervenciones del Estado en el mercado,
el gasto público creciente, el fraude de la moneda fiduciaria y en general las
políticas keynesianas que llevaron a la economía estadounidense a la actual
crisis cíclica y a las precedentes.
Por un lado, dejaron de confiar en
la libertad como fin en sí mismo y como el mejor medio para la prosperidad. Por
otro lado, fueron pragmáticos, consideraron que si se oponían frontalmente al
intervencionismo estatal perderían las elecciones. Pero por encima de estas
consideraciones ha estado el culto a la democracia: esto es lo que la
mayoría de la gente quiere y hay que acatarlo.
Si el Partido Republicano ofrece
básicamente lo mismo que el Demócrata ¿por qué los electores iban
a aceptar el remedo si pueden obtener la versión genuina y radical por el mismo
precio (el voto)?
EntrarDurante siglos se ha debatido quién debe detentar el poder y no los límites de ese poder.