Introducción

Dos son los poderes del gobierno: el poder de cobrar impuestos, sin el cual no podría existir, y el poder de prohibir determinadas acciones y obligar a la realización de otras, sin el cual no tendría razón de ser. Evidentemente que esos poderes, en manos de gobernantes deshonestos y/o ineficaces, se convierten en una amenaza en contra, primero, de la propiedad y, segundo, de la libertad. Más allá de ciertos límites el poder de cobrar impuestos atenta contra la propiedad, de la misma manera que, más allá de ciertos límites, el poder de prohibir determinadas acciones, y obligar a la realización de otras, atenta en contra de la libertad, todo lo cual resulta en la degeneración del gobierno, cuya tarea natural es, precisamente, reconocer plenamente, definir puntualmente y garantizar jurídicamente los derechos de las personas a la vida, la libertad y la propiedad. ¿Dónde queda la legitimidad de un gobierno que, por cobrar más impuestos de los que debe, atenta en contra de la propiedad o que, por prohibir acciones que no debería prohibir, o por obligar a la realización de otras a las que no debería obligar, atenta contra la libertad? ¿Dónde queda la legitimidad de un gobierno que termina haciendo aquello que debería prohibir?

Poder

Antes de preguntarnos por lo que el gobierno debe hacer, preguntémonos por lo que puede hacer. Todo gobierno puede hacer, en esencia, tres cosas. Primera: prohibir que nos hagamos daño los unos a los otros y castigar a quien dañe a los demás. Segunda: prohibir que nos hagamos daño a nosotros mismos y castigarnos si nos lo hacemos. Tercera: garantizarnos la satisfacción de todas nuestras necesidades, desde la cuna hasta la tumba, y la solución de todos nuestros problemas, comenzando por los económicos.

En el primer caso se trata del gobierno gobierno, que garantiza seguridad (prohíbe que nos hagamos daño los unos a los otros) e imparte justicia (castiga a quien daña a los demás). En el segundo se trata del gobierno ángel de la guarda, que nos preserva de todo mal (desde el consumo de determinadas sustancias hasta la visión de determinadas películas). En el tercer caso se trata del gobierno hada madrina, que nos concede todos los bienes: alimentación, atención médica, educación, casa, etc. Estas son, en esencia, las tres posibilidades de la acción gubernamental, pero la pregunta no debe ser qué puede hacer el gobierno, sino qué debe hacer.

Deber

¿Qué debe hacer el gobierno? Para responder caigamos en la cuenta de que el gobierno ángel de la guarda, que nos preserva de todo mal, atenta en contra de la libertad de la persona. ¿Quién es el gobierno para prohirnos determinadas acciones si al llevarlas a cabo no violamos los derechos de terceros? Reconozcamos, también, que el gobierno hada madrina, que nos concede todos los bienes, atenta contra la propiedad, porque lo que ese gobierno hace, ante la imposibilidad de concederle todos los bienes a todos los gobernados, es concederle parte de los bienes a parte de los gobernados, para lo cual redistribuye de unos hacia otros. ¿Qué justifica que el gobierno le quite a unos para darle a otros?

Tomando en cuenta lo anterior, ¿debe el gobierno actuar como ángel de la guarda y hada madrina o, dicho de otra manera, debe el gobierno limitar la libertad y la propiedad de los gobernados, más allá de lo estrictamente necesario para que, con honestidad y eficacia, prohíba que nos hagamos daño los unos a los otros y castigue a quien dañe a los demás? No, y sin embargo gobernar se ha vuelto sinónimo de redistribuir, es decir de quitarle a unos para darle a otros. Los gobiernos hoy pretenden ser más que gobiernos gobiernos, y no tanto por intentar ser gobiernos ángel de la guarda, sino por el afán de ser gobiernos hada madrina, es decir, por la intención de darle parte de los bienes a parte de los ciudadanos, para lo cual les quitan a unos para darles a otros. Basta, para darnos cuenta de que así es, ver las acciones del poder público, leer los planes de gobierno, repasar los programas de los partidos políticos, u oír a los candidatos en campaña.

Propiedad y libertad

El gobierno hada madrina atenta contra la propiedad de aquellos a quienes les quita para darles a quienes les da. Pero al hacerlo atenta también en contra de la libertad de los primeros, y ello por una razón muy sencilla: la propiedad, sobre todo en el ámbito de la economía, es la condición de posibilidad de la libertad. Ejemplo: la condición de posibilidad de la libertad para consumir es la propiedad de los ingresos; sin ingresos no se puede consumir. Otro: la condición de posibilidad de la libertad para emprender es la propiedad de los medios de producción; sin medios de producción no se puede emprender. Si la condición de posibilidad de la libertad es la propiedad, las acciones redistributivas del gobierno atentan en contra de la propiedad y la libertad.

Decálogo

Con el fin de evitar a los gobiernos ángeles de la guarda y hadas madrina, es decir, con el objetivo de evitar que el Estado, sus leyes y sus gobiernos atenten contra la libertad y la propiedad de los gobernados, propongo el siguiente decálogo, cuyo fin es limitar las acciones del poder público a aquellas que le son naturales: prohibir que nos hagamos daño los unos a los otros y castigar a quien dañe a los demás.

I.- Reconocerás y garantizarás los derechos de la persona a la vida, la libertad y la propiedad. Aceptarás que esos derechos son anteriores y superiores al Estado, sus leyes y sus gobiernos, cuya única tarea es reconocerlos y garantizarlos.

II.- Respetarás, como límite de tus acciones, la vida, la libertad y la propiedad de las personas.

III.- Cobrarás, únicamente, los impuestos necesarios para, con honestidad y eficacia, prohibir que las personas se dañen unas a otras y, suponiendo que no lo logres, castigar a quien dañe, en su vida, libertad o propiedad, a los demás.

IV.- Reconocerás que lo propio del ser humano es estar gobernado por leyes, no por hombres.

V.- Aceptarás que la primera y más importante tarea de las leyes es imponer un límite a tu acción, límite cuyo respeto aceptarás como una obligación moral.

VI.- Crearás un Estado de Derecho, que es el gobierno de las leyes justas, siendo justas aquellas leyes que reconocen y garantizan los derechos de la persona a la vida, la libertad y la propiedad, sobre todo en contra de tus posibles arbitrariedades.

VII.- Aceptarás que, salvo en el caso de la seguridad en contra de la delincuencia, y de la impartición de justicia, el combate en contra de los demás males, y la lucha a favor de los otros bienes, es responsabilidad de la persona.

VIII.- Aceptarás que tus acciones deben ser neutrales, sin conceder privilegios a favor de unos y, por ello, sin imponer coerciones en contra de otros, tal y como sucede cada vez que redistribuyes, quitándole a unos para darle a otros. Cada vez que caigas en la tentación de redistribuir te preguntarás ¿qué justifica que le quite a unos para darle a otros?

IX.- Aceptarás, sin ninguna reserva, que eres gobierno, ¡y nada más que gobierno!, no ángel de la guarda, no hada madrina, y que solamente siendo gobierno, ¡y nada más que gobierno!, es posible que reconozcas y garantices los derechos de la persona a la vida, la libertad y la propiedad.

X.- Aceptarás, sin ninguna reserva, que lo único que justifica tu existencia, así como el cobro de impuestos, la prohibición de determinadas acciones, y la imposición de castigos, es la defensa de los derechos de la persona a la vida, la libertad y la propiedad.

Conclusión

Si hemos de construir el Estado de Derecho, que es el gobierno de las leyes justas, siendo justas las leyes que reconocen y garantizan los derechos de la persona a la vida, la libertad y la propiedad, debemos imponerle al Estado, sus leyes y sus gobiernos un decálogo que, en esencia, diga lo que dice el antes mencionado. De no hacerse el Estado seguirá siendo, como lo señaló Federico Bastiat, “la gran ficción por la cual todo el mundo pretende vivir a expensas de todo el mundo”, pero como resulta imposible que todo el mundo viva a expensas de todo el mundo, lo que resulta es que, por obra y gracia de la redistribución, que lleva a cabo el gobierno hada madrina, unos terminan viviendo a expensas de otros: son, literalmente, los mantenidos.