El pasado 16 de febrero se llevó a cabo un paro de transportistas en distintos lugares de la república. Los participantes demandaban una reducción y posterior congelación del precio del diesel.

El propio gobernador de Sinaloa, Jesús Aguilar Padilla, le pidió al presidente en una presentación pública en Ahome que aceptara la demanda de los transportistas y redujera el precio del combustible. El presidente Felipe Calderón decidió no aludir en su discurso a las palabras del gobernador y habló de otros temas.

Eludir el asunto en un acto público, sin embargo, no logrará que éste desaparezca del mapa. Los transportistas protestan porque afirman que el precio del diesel es ya superior en México al que se registra en Estados Unidos. Sostienen que esto les aumenta los gastos y reduce su competitividad. El gobierno ha respondido que el precio del diesel aún se encuentra subsidiado y que es menor en México al que prevalece en nuestro principal socio comercial.

El problema de fondo, por supuesto, es que desde hace años el gobierno federal optó por renunciar al mercado como mecanismo de fijación de los precios de los combustibles. Hasta el tercer trimestre del 2008, mantuvo un precio artificialmente bajo para algunos combustibles pero no para otros. Así, subsidió el precio de la gasolina, a un costo de cientos de miles de millones de pesos para los mexicanos, y el del diesel, pero no, por ejemplo, el de la turbosina que utilizan los aviones. Redujo también artificialmente el precio del gas LP, pero mantuvo elevado el del gas natural.

Este manejo discrecional de los precios, además de costar una enorme cantidad de dinero al Estado, que habría sido suficiente para construir no una sino varias refinerías, generó un caos en los mercados de energéticos de nuestro país. Los usuarios de combustible no favorecidos lógicamente empezaron a protestar. ¿Por qué subsidiar el diesel y no la turbosina, cuando aviones y autobuses de pasajeros compiten muchas veces por el mismo mercado? ¿Por qué el gas LP y no el natural, que son naturales y frontales competidores?

La manipulación de los precios de los combustibles se complicó, en lugar de desaparecer, cuando las cotizaciones del petróleo crudo se desplomaron en el último trimestre del 2008. Si el gobierno del presidente Calderón había mantenido un costoso subsidio a las gasolinas y otros productos, ahora la situación se revirtió y el gobierno trató de usar los combustibles como mecanismo de recaudación. Los precios de los combustibles en Estados Unidos cayeron por debajo de los mexicanos, lo cual colocó a los transportistas nacionales en desventaja.

Es difícil saber hoy si el precio del diesel es realmente más alto en México que en el territorio de nuestro principal socio comercial. En la Unión Americana el precio varía todos los días, dependiendo de la cotización del petróleo crudo y la producción de las refinerías; además cambia en cada estado o ciudad.

La información disponible al no especialista hace pensar que la cotización en México se encuentra hoy razonablemente cercana a la que prevalece en Estados Unidos. Pero el problema es que el gobierno del presidente Calderón ya acostumbró a los grupos de presión a que los precios de los combustibles en México se fijan por razones políticas y no de mercado. Por ello estos grupos van a seguir presionando al presidente y a la clase política para que se fijen precios que los favorezcan. El primer mandatario está pagando así el costo de una política de determinación discrecional de los precios de los combustibles.