Bien vistas
las cosas, los políticos de este mundo tienen grandes incentivos para remar en
contra de la globalización.
La gran red
global interconectada de los mercados financieros y de otros bienes, junto con
la gran red que es
Esta crisis
nos ha mostrado que los canales de transmisión que van de los mercados
financieros a la llamada economía real son más amplios, eficientes y eficaces –lo
mismo para dispersar las buenas noticias que para contagiar las malas-, que los
canales convencionales a los que recurren los políticos.
Los
políticos aman las fronteras porque toda esa parafernalia asociada de controles
de migración y aduanas, aranceles, normas de etiquetado, policías y esclusas
que se cierran y se abren a discreción, da control y poder.
Por su
parte, los mercados financieros globales y las redes de comercio internacional
(que hacen posible, digamos, que en un pequeño restaurante de El Salvador la mantequilla
fresca provenga Nueva Zelanda) aborrecen las fronteras y la insidiosa costumbre
política de andarle poniendo puertas al campo.
Las
clientelas de los políticos –esos grupos relativamente pequeños organizados
para obtener rentas del Estado, como sindicatos, gremios, empresas con
aficiones monopolísticas y demás- se cultivan localmente, hacia dentro. Su
condición de existencia y rentabilidad es que exista una autoridad que cierre
las puertas y las ventanas a los que se califiquen de intrusos.
También por
eso los políticos tienen debilidad por los rollos nacionalistas, aun cuando se
trate de tópicos irracionales o imposibles de defender con argumentos. ¿Qué
relevancia puede tener la nacionalidad de los accionistas de un banco? Ninguna.
Lo relevante es la regulación a la que está sujeto el banco, la probidad de su
administración, los contrapesos y candados efectivos que impidan que acreedores
o deudores del banco sean estafados. Pero, como lo hemos presenciado en los
últimos días, eso del nacionalismo y la soberanía vende bien en el bazar
político. Al grado de que hasta algunos analistas serios confiesan con candor:
“Sería bonito que el banco tal fuese de compatriotas”. ¿Por qué?, nadie lo
sabe. Son como los que creen que un taco de carnitas sólo es “bueno” si el maíz
fue cultivado en México.
Los
políticos tendrán que ceder poder y control a las personas, dado el empuje de
la globalización que es la gran aliada de la libertad personal. Este siglo será
de las personas, no de las naciones. Ya verán.