Durante los últimos meses el mundo entero ha llegado a conocer el sonido y los efectos de una particular palabra; burbuja. Escuchamos de la burbuja inmobiliaria, de la burbuja de las bolsas de valores, la del petróleo, la burbuja de las materias primas, la de Bush, la de Greenspan, la de Clinton, de Bernanke, la de los chinos. La burbuja se ha convertido en miembro de los cafés, cantinas y salas de consejo en todas las ciudades del mundo
“Yo no confío en la sociedad para protegernos. No
tengo la intención de entregar mi fe a un grupo de payasos cuya única habilidad
es engañar a la gente para que voten por ellos.”
Michael Corleone (El Padrino)
Durante los últimos meses el mundo entero ha llegado
a conocer el sonido y los efectos de una particular palabra; burbuja.
Escuchamos de la burbuja inmobiliaria, de la burbuja de las bolsas de valores,
la del petróleo, la burbuja de las materias primas, la de Bush,
la de Greenspan, la de Clinton, de Bernanke, la de los chinos. La burbuja se ha convertido en
miembro de los cafés, cantinas y salas de consejo en todas las ciudades del
mundo.
Con esa ella nos referimos a los efectos resultantes
cuando abusamos al provocar demanda artificial de ciertos productos tangibles y
no tangibles, la cual suele producir ese inflamado valor que tanto nos
embriaga. Pero como cantaba Pedro Infante, tarde o temprano, como las crudas de
Bacanora, llega el doloroso desinfle que normalmente nos encuentra
descobijados.
Hace un par de semanas, el politólogo Michael Rozeff nos llevó a reflexionar sobre el tema desde otra
perspectiva cuando escribiera:
“Hay una de la que nadie habla y a la cual
pudiéramos llamar
Esta burbuja, nos revela Rozeff,
se llama democracia sin el consenso de todos aquellos a quienes gobierna. Es la
burbuja de los gobiernos prometiendo más y más ganancias que luego no pueden
producir. Es la burbuja de gobiernos ofreciendo esquemas fraudulentos que
atraen a la gente como la miel a las moscas. Es una burbuja edificada robando a
unos para pagar a otros.
Pero este fenómeno, como todos ellos, por la
dinámica de su naturaleza debe llegar a un final. La burbuja se debe desinflar
y, en ese proceso, las poblaciones del mundo deberán enfrentar su realidad ante
los destrozos de tal fuerza. Deberán entonces darse a la tarea de diseñar una
nueva relación política y social. Las democracias no pueden ser salvadas
cambiando su liderazgo porque están estructuradas sobre el ejercicio de la fuerza.
Así como ningún banco central puede asegurar las conductas de la economía,
ninguna nación estable puede edificarse a base de votos. Esta burbuja explotará
cuando la gente, ante su realidad política, deje de creer en gobiernos
estructurados sobre reglas impráctica e injustas, aplicadas a base del
ejercicio de la fuerza.
Democracia, como se ha estructurado, mayorías
oprimiendo a minorías a base del ejercicio de la fuerza, es algo que no puede
durar porque es un concepto nacido con sus raíces podridas. Un tipo de gobierno
en el cual la gente se avalancha para, dando rienda suelta a su avaricia, tomar
ventaja de los demás, no puede tener larga vida. Este tipo gobierno se ha
convertido en la gran burbuja especulativa en la cual la gente apuesta a interminables
ganancias, pero a expensas de la miseria de otros. La burbuja debe de explotar.
La música tiene que parar y no habrá suficientes
sillas para todos los bailarines. Gobiernos edificados sobre la expansión de
círculos de avaricia e injusticia, están condenados a fracasar. En lo profundo
de nuestras mentes lo sabemos, pero solo esperamos que cuando la música
termine, no seamos de los que se quedaron sin silla. Esperamos que esto dure
otros
Sabemos también que cuando las burbujas explotan,
siempre llega el supremo gobierno a salvarnos. Pero los gobiernos no fueron
instituidos para esto, sin embargo, ha sido la moda de los últimos tiempos.
Sabemos que frente a esa temida explosión, llegará el gobierno consiguiendo
sillas para los que se quedaron parados. De lo que no estamos conscientes, es
que esas sillas deberán ser robadas a quienes fueron suficientemente prudentes
para sentarse antes de que la música dejara de tocar. Con la bandera del rescate
hoy día los gobiernos se dan a violar los derechos básicos a la vida, libertad
y propiedad.
Los rescates gubernamentales son abstracciones de
burbujas para alojarlas en la madre de todas, la de ellos mismos. Pero ello no
hace más que precipitar la explosión.
Durante el paso de muchas generaciones se
construyeron estas reglas de gobierno. Ellas se beneficiaron cuando el gobierno
tiraba su red social, construían casas subsidiadas, conducían sobre carreteras
subsidiadas, recogían cosechas subsidiadas, todo ello financiado con préstamos
subsidiados. Descubrieron se podían beneficiar favoreciendo sindicatos
corruptos, empresas y escuelas públicas. Fue cuando la burbuja se expandía
producto de la creciente demanda por las gracias de los gobiernos. Ahora los
votantes aportan a la burbuja porque creen de esa forma aseguran las ganancias
que generaciones pasadas ordeñaron. Pero hoy día esas ganancias son solo
promesas incumplidas.
Los gobiernos actuales son acciones sobrevaluadas y
pagan sus dividendos extorsionando a los nuevos participantes. Sin embargo,
siguen prometiendo una cascada de dividendos futuros cuando ellos no crean
valor alguno. Cuando las deudas exceden el valor de los activos, la empresa es
insolvente y los dueños la abandonan. Cuando las deudas de los gobiernos
excedan el valor de sus prometidas golosinas, la gente los abandonará. La
mayoría de los gobiernos son ya empresas insolventes y fraudulentas…la burbuja
tiene que explotar.
Es un hecho que el concepto de representatividad o
democracia constitucional se ha perdido. Solía decirse que el Sagrado Imperio
Romano solamente tenía tres cosas que eran verdad: No era sagrado, no era
Romano y no era un Imperio. Lo mismo podemos afirmar de la democracia
representativa y constitucional: No es democracia, no es representativa y no es
constitucional. Gobiernos operando bajo un supuesto mandato de las masas y no
de la ley, deben sucumbir.
Pero finalmente nos damos cuenta que representatividad
es una pequeña hoja de árbol que no cubre la desnudez del hecho que, aun en los
sofisticados y modernos estados, a pesar de la elegante retórica y su avalancha
propagandista, unos cuantos mandan y otros obedecen. La interrogante sería
¿Quién es el amo y quien es el siervo? Y más importante ¿Qué haremos cuando la
madre de todas las burbujas explote y no haya sillas para nadie?
EntrarDurante siglos se ha debatido quién debe detentar el poder y no los límites de ese poder.