La recuperación que hoy se postula en puerta en la economía estadounidense se deberá más a su flexibilidad, y rapidez de adaptación a situaciones adversas, que a la gran ola de gasto público.
El “estado de bienestar” destruye el
vínculo entre esfuerzo y recompensa. El resultado final es la insolvencia de
estados y el parasitismo, alimentado por políticos que ganan elecciones
ofreciendo dinero ajeno—José Piñera, Chile.
La influenza humana, la crisis, los
mercados, la crisis, el tipo de cambio, los incumplimientos de deuda
corporativa, la crisis, la caída de la actividad, la falta de empleos, la
imagen del país, la crisis, la mitología del “Estado fallido,” la lucha contra
el crimen organizado, la crisis—todos estos elementos, y más, se han reunido en
forma simultánea, y muy desafortunada, para generar una tormenta perfecta en el
país.
A la vez, sin embargo, también han
servido de excusa en los círculos políticos, de toda orientación (derecha,
centro, izquierda, arriba, abajo, donde sea), para subirse a la flamante moda
del nuevo intervencionismo—y su premia favorita, que todo tiene solución a
punta de estímulos fiscales.
Recordemos, sin embargo, que a pesar
de las nuevas modas, de lo que parece bien y bonito en la discusión pública,
hay ciertas realidades de sentido común, como, por ejemplo, el principio de que
por cada peso gastado en el sector público, habrá, por necesidad, un peso menos
para consumo, ahorro o producción en el sector privado (o sea, la parte de la
sociedad no gubernamental).
La nueva moda intervencionista fue
elevada a la categoría de imperativo moral por Barack
Obama, sobre todo con su ya famosa frase que “no hay
desacuerdo que se requiere acción del gobierno, un plan de recuperación para
estimular la economía.”
Frase, por demás, falsa. El Cato Institute en Washington logró reunir cientos de firmas de
todo tipo de economistas, incluyendo algunos Premios Nobel,
más otros de alta vara en el plano internacional, avalando una declaración
formal publicada en varios diarios alrededor del país vecino, donde se opone al
obamismo fiscal, con una frase respetuosa, pero
contundente: “con todo respeto, señor presidente, no estamos de acuerdo…” (www.elcato.org)
Sobre la nueva moda, los firmantes
nos obligan a re-conocer viejas realidades: “nosotros… no creemos que más gasto
público es la manera de mejorar el desempeño de la economía. Para mejorar la
economía, los políticos deberían enfocarse en reformas que eliminen obstáculos
al trabajo y a la producción.”
Al final, como ha insistido un
comentarista mexicano, la recuperación que hoy se postula en puerta en la
economía estadounidense se deberá más a su
flexibilidad, y rapidez de adaptación a situaciones adversas, que a la gran ola
de gasto público.
Y faltará ver la reacción pública
una vez que el estímulo de moda en el presente repercuta en el aumento de
impuestos inflacionarios en el futuro. Vaya, después
de todo, por cada peso ajeno que gasta el gobierno, hay menos pesos propios
para gastar, o invertir, en el resto de la sociedad.
EntrarTanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.