¡Cómo me gustaría que en México hubiera la Secretaría de Conferencias; el Consejo de Promoción de las Conferencias; la Comisión de Conferencias de la Cámara de Diputados, y que, en tiempos difíciles, el gobierno pusiera en marcha, con el fin de promover las conferencias, el programa Vive la conferencia!

Y me gustaría porque soy conferencista y porque las conferencias son una de mis principales fuentes de ingreso, mismo que, por obra y gracia de la influenza, se ha visto afectado en mayo y junio, meses en los cuales se canceló el 80 por ciento de las conferencias que iba a impartir. ¡Cómo me gustaría que en México hubiera…!

Más de un lector opinará que dichas pretensiones, desde la Secretaría de Conferencias, hasta el programa Vive la conferencia,  están fuera de lugar, y que no son otra cosa más que el intento, indebido, de poner al gobierno a mi servicio, siendo todo ello cierto, lo cual me lleva a preguntar por qué, si en el caso de las conferencias tal propuesta es un despropósito, en el caso del turismo es una realidad, desde la Secretaría de Turismo, pasando por la Comisión de Turismo, de la Cámara de Diputados, y el Consejo de Promoción Turística de México S.A. de C.V., empresa de participación estatal mayoritaria, hasta el programa Vive México, que tiene como objetivo reactivar el turismo, para lo cual se destinarán mil doscientos millones de pesos, provenientes…, ¿de dónde? De los bolsillos de los contribuyentes.

De las muchas preguntas que se me ocurren, y que por falta de espacio no puedo ni siquiera plantear, destaca ésta: ¿Por qué se otorga ayuda especial al turismo y no a otras actividades económicas igual, o más fuertemente golpeadas, por la recesión y por las medidas de emergencia decretadas por obra y gracia influenza humana?

Una posible respuesta es que la reanimación del turismo supone una considerable derrama económica, lo cual es cierto pero no exclusivo de la actividad turística. Si en vez de impartir X número de conferencias al mes, se impartieran X + N, la derrama económica ocasionada por los conferencistas, ya sea por el lado del consumo, ya por el del ahorro, sería mayor de la que es, algo que sucede con cualquier actividad económica. De acuerdo, dirán quienes defienden la intervención gubernamental a favor del turismo, si bien es cierto que en ambos casos se genera derrama económica, en el caso del turismo es mayor que en el de las conferencias, razón por la cual se justifica la intervención del gobierno, desde la Secretaría de Turismo hasta el programa Vive México. Entonces, pregunto yo, ¿es una cuestión de grado – de más o menos -, o de principio – de lo que, en términos absolutos, debe y no debe hacer el gobierno -?

¿Dónde queda la legitimidad de un gobierno que ayuda a unos y no a otros? ¿Es justo que el gobierno les quite a unos -, los contribuyentes -, para darle a otros - los empresarios del ramo turístico -? ¿Se vale?