La democracia no termina en las urnas, allí tan solo comienza. Un servidor público electo, llámese presidente, gobernador, alcalde, diputado o senador, debe acatar la ley al pie de la letra. Incluso, si dicho servidor público en contubernio con otros servidores públicos o con grupos de poder (sindicatos o empresarios) tuercen las leyes para obtener más poder, entonces la democracia se corrompe y hay que restaurarla.

El mensaje que está dando el mundo político, respecto de Honduras, es este: Servidor Público electo democráticamente no puede ni debe ser depuesto. Este mensaje corresponde a una imposición, pero no tan solo eso, refleja miedo de parte de los políticos del mundo, desde Barack Obama hasta Hugo Chávez (aunque dichos extremos ya no son tales, ¡Obama es tan similar a Chávez!).

Considero que es una imposición, pues parte de la democracia implica que los servidores públicos respeten a las instituciones y a los ciudadanos; si no lo hacen, entonces no hay tal democracia. Por eso digo que la democracia no termina en las urnas, allí comienza.

En el caso mexicano no me sorprende ver que Felipe Calderón y Marcelo Ebrard estén de acuerdo en decir que Manuel Zelaya es el Presidente de Honduras. A ninguno de los dos les conviene que los ciudadanos podamos pensar que tenemos el derecho de quitar a un servidor público de su puesto si éste viola la ley o si se quiere ubicar por encima de la ciudadanía (¡más de lo que ya están!). Si en México los mexicanos no tenemos derecho a defendernos de los políticos, entonces en México no hay democracia. Los políticos elegidos en las urnas, y que por eso se creen demócratas, quieren que Zelaya vuelva al poder en Honduras, pues con eso ratifican su poder en sus respectivos países.

Los políticos nos quieren hacer pensar que sí elegimos a un mal político, no tenemos más opción que esperarnos otros seis años para corregir el error. Una cosa es brabuconear y decir que no se reconoce al Presidente de México y otra muy diferente luchar para deponerlo. Ahora me da para pensar, nunca quisieron deponer a Felipe Calderón, eso hubiese desbaratado lo que han logrado los políticos: la creación de la Clase Política Mexicana, intocable hagamos lo que hagamos (desde el punto de vista legal).

Los gobiernos “democráticos” no están defendiendo a la democracia en Honduras, tan solo están protegiendo el Status Quo. “Así estamos bien, pa’qué le movemos”, es lo que los políticos nos están tratando de hacer entender.

Lo justo es que político que no acate la ley debe ser depuesto, ese poder debe de estar en manos de los ciudadanos. Político que se quiera posicionar por encima de la ciudadanía, debe ser eliminado del mapa nacional y ser tratado como un saqueador, ese poder también debe ser nuestro.

En Honduras —los hondureños— buscan restaurar su democracia. El experimento les puede salir mal o bien. Si les sale mal, todos dirán “¡se los dijimos!”. Si sale bien, Honduras dejará en evidencia que un golpe de Estado, o deponer a un presidente por haber violado la ley, sí puede ser una solución democrática y que las urnas se pueden equivocar.