Dedico este artículo a dos grandes maestros. El primero es uno que me enseñaba geografía, y un día, antes de empezar la clase, escribió en el pizarrón una leve sentencia: “Quedará reprobado el que pregunte algo”.

La otra es la Mentora Nacional, a quien por ser ella maestra y yo alumno no tengo derecho a reprobar. Pero tengo amplia curiosidad por conocer cosas cuya respuesta ruego.

Maestra, estoy lleno de confucionismo y por eso le pregunto si el virus de la influencia AK-47-AR-15 nos presenta un riesgo herpimiedoilógico expotencial. Me consume de curiosidad saber quiénes son los maistros hojameneados que no reprobaron los exámenes ni compraron su plaza. Y emérita maestra, como testigo atestiguador de nuestras grandes metamorfósforis y perpetuantes venires y devenires hacia la transformación social en constante evolución constructiva nacional, tengo más preguntas.

Quiero preguntar por qué, si el Himno Nacional sólo habla de mexicanos, y no de mexicanas al grito de guerra; de hijos y soldados y no de hijas y soldaderas que la Patria nos dio, es moda indispensable (sobre todo para los y las mujeres) hablar de ambos sexos en todo discurso.

Quisiera saber por qué algunos malintencionados opinadores insisten en que el presidente legítimo exhiba una declaración de impuestos por simples 62 millones que le regalaron diputados y senadores federales en 3 años. ¿Pero por qué? La honestidad valiente es una virtud; no hay impuesto a la virtud. Recibir auditorías fiscales, sufrir el acoso del SAT, identificarse con cédula y consumir años de vida en trámites y vueltas para estar cerca del gobierno, es prerrogativa del ciudadano no estructurado en cámaras legislativas, partidos, gobiernos, o bandas delincuenciales. Rendir cuentas es privilegio de los ciudadanos cumplidos. El poder carismático no tiene por qué rebajarse a nuestro nivel.

Pregunto también si algún esforzado ministro del Tribunal Electoral del D.F. ha estimado el costo no registrado por el candidato del PT para Ixtapalapa, de la exposición televisiva que le dio AMLO exigiendo a alaridos que la gente no votara PRD sino PT-Juanito, para que así ganara él y luego renunciara y entonces Ebrard y la Asamblea Legislativa etcétera etcétera etcétera. Quiero conocer a quien se haya quejado de que Juanito (que ni el Peje sabía cómo se llamaba) con tanta televisión no pagada haya volteado el resultado de esa elección y el destino de 3,000 millones de presupuesto. Pregunto cuántos inteligentísimos intelectuales orgánicos se han rasgado qué vestiduras por esa disparidad televisiva, cuando critican a Orvañanos y Sodi por gastalones y por una entrevista futbolera de Demetrio. Quiero saber…

Quiero saber ahora por qué acusan de chabacanería a Fox cuando elucida la más plausible explicación de la crisis: los astros no nos favorecen. O de plano esperaré sin esperanza el fin del mundo en 2012 (predicción que sus autores mayas no pudieron comprobar porque, expertos en apocalipsis, no profetizaron su propia desaparición muchos siglos antes).

Quiero saber quién de su equipo aconsejó al presidente de esta República invitar a los nuevos diputados a un informe presidencial antes de la hora constitucional del informe, para luego desinvitarlos porque aquellos se dieron cuenta de que por no estar abierto el período legislativo a esa hora, aún no serían diputados. Y caería el presidente en un ataque a la Constitución. Quiero saber qué picrato le curará esa quemada.

Hablando de diputados, pregunto por qué están exigiendo al presidente ir a la Cámara y criticándolo por no acudir, si hasta la Constitución acaban de modificar esos mismos para –por puro rencor– impedirle hacerlo el 1º de septiembre.

Quiero saber también por qué el presidente sigue diciendo que la crisis económica está resolviéndose, haiga o no haiga resultados, cuando ni él ni su incondicional minichirrisgabinete dan pie con bola ni hacen nada pertinente pero él sigue perorando triunfalismo ante la terquísima realidad que cada día lo contradice. Y se queja de que critiquemos a México. ¡Pero es que el gobierno es México! No, pos sí.

¿Y por qué tanto enorgullecerse y presumir de dos astronautas descendientes de mexicanos, si su mérito fue irse de México y este país en nada los ayudó a montarse en el Discovery?

Caray, uno no aprende. Con eso de que soy curioso y quiero saber, me reprobará la Mentora Nacional en su examen que impide la venta de plazas, y me tronará en definitiva aquél educador de secundaria del que no aprendí la suprema instrucción, la lección inicial y final, el mandamiento mayor, la máxima que lucía con letras de oro en el pórtico infernal de la escuela que de niño padecí:

“¡NO PREGUNTARÁS!”