Los ingresos del gobierno se dividen, al menos nominalmente, en dos grandes grupos, los tributarios, provenientes de la recaudación de impuestos, y los no tributarios, provenientes de fuentes de ingreso distintas de los impuestos, como puede ser, a primera vista, la deuda.

En México los ingresos tributarios del Gobierno Federal provienen de los siguientes impuestos: sobre la renta; al valor agregado; empresarial a tasa única; sobre autos nuevos; tenencia; especiales sobre producción y servicios; al comercio exterior; a los depósitos en efectivo; a los rendimientos petroleros; accesorios. Por su parte los ingresos no tributarios provienen de de mejoras, derechos, productos aprovechamientos y otros ingresos accesorios. En 2008 los ingresos totales del Gobierno Federal sumaron 2,049,936 millones de pesos, de los cuales 994,552 (48.5%) fueron tributarios y 1,055,384 (51.5%) resultaron no tributarios, los primeros producto del cobro de impuestos, los segundos resultado del aparente no cobro de impuestos, tal y como su nombre lo indica: ingresos tributarios, en el primer caso, ingresos no tributarios, en el segundo, distinción que se realiza, únicamente, desde el punto de vista nominal, pero no real, por una razón muy sencilla: al final de cuentas, hoy o mañana, todos los ingresos del gobierno son tributarios, producto del cobro de impuestos, es decir, del poder para obligar al contribuyente a entregarle al recaudador parte del producto de su trabajo. Al final de cuentas todos los ingresos del gobierno (incluidos los que hoy se consiguen por medio del endeudamiento) provienen del cobro de impuestos.

Veamos el caso de los derechos, ingresos no tributarios que se definen como el desembolso, ¡obligatorio!, y por lo tanto impuesto (ya apareció la palabrita), que los gobernados deben hacer “a cambio” de ciertos “bienes o servicios” que solamente proporciona el gobierno, siendo un buen ejemplo el desembolso que debemos hacer a cambio del pasaporte, muestra de la arbitrariedad del gobernante, quien nos obliga (ojo: es una obligación, no un derecho) a contar con un documento sin el cual nuestra libertad de tránsito de ve limitada a los confines de la patria, documento que solamente él expide,  y que además nos cobra. ¿Qué tenemos? ¡¡¡Un negocio redondo!!!

Si por impuesto entendemos, tal y como debe ser, cualquier desembolso obligatorio a favor del gobierno, los mal llamados derechos son impuestos, y digo mal llamados porque, insisto, no son derechos sino obligaciones: si quieres salir del país tienes la obligación de contar con pasaporte, lo cual quiere decir que los gobernantes no reconocen tu derecho de ir libremente por el mundo, sin más límite que el respeto a los derechos de los demás. ¿Derechos?, ¡por favor!

Así las cosas, reconociendo que los mal llamados derechos son impuestos, resulta que, para 2008, los ingresos tributarios reales sumaron los 994,552 millones reportados por Hacienda, más, de entrada, los 934,525 millones cobrados por concepto de “derechos” (96.9 por ciento proveniente de los “derechos” cobrados a PEMEX), con lo cual la recaudación real aumentó, de un plumazo, un 94 por ciento, sin contar mejoras, productos, aprovechamientos y otros ingresos accesorios.

Continuará