Aumentar impuestos en una recesión es un absurdo económico que retrasa la recuperación y empobrece a los mexicanos. Pero nuestros políticos sí lo pueden hacer porque antes realizaron una contrarreforma electoral en el 2007 que les permite hacer lo que quieran sin temor a que los ciudadanos los expulsen del poder.
A lo mejor le parece a usted una compleja teoría de la
conspiración, pero a veces la verdad se oculta detrás de fachadas muy barrocas.
La decisión de la clase política mexicana de subir impuestos
en medio de una recesión no sería aceptable en ningún país democrático. Lo que
han hecho la mayoría de los gobiernos de naciones libres en estos tiempos
difíciles ha sido mantener o incluso reducir impuestos a pesar de los aumentos
en gastos generados por la propia crisis y de incurrir en un déficit de
presupuesto.
¿Por qué han actuado de forma tan distinta los políticos
mexicanos? ¿Por qué un grupo de diputados supuestamente inteligentes, de
partidos tan distintos como el PAN y el PRI, han optado por ir en contra de la
racionalidad política y de los deseos de los votantes? ¿Por qué el mismo
presidente de la república, que hizo campaña con la promesa de reducir
impuestos, hoy se decide por elevar gravámenes y se vanagloria de haber roto
sus promesas de candidato?
Quizá la razón se encuentre en 2007, el mismo año en que el
presidente aplicó su primera alza de impuestos con la creación del IETU. Al
tiempo que buscaba arrancar más dinero a los contribuyentes, el presidente Felipe
Calderón negoció por debajo del agua una “reforma electoral” destinada a
fortalecer un monopolio de los partidos, o más bien de sus dirigentes, sobre la
vida política del país.
Esa reforma partió de una violación de la propia
Constitución, la cual prohibía expresamente la destitución de los consejeros
del Instituto Federal Electoral, el IFE. Para obtener el respaldo del PRD, los
líderes de los partidos acordaron destituir al presidente y, de manera gradual,
a los demás consejeros del IFE. Con esta decisión el ex candidato presidencial
Andrés Manuel López Obrador obtenía la cabeza del consejero presidente Luis
Carlos Ugalde, a quien culpaba de su derrota en la
elección del 2006, pero al mismo tiempo los partidos políticos mandaban un
mensaje a los consejeros: cuidado, porque si son demasiado independientes se
les destituirá, aunque lo prohíba
Esta verdadera contrarreforma ratificó los elementos más
perniciosos de la anterior legislación: los consejeros del IFE siguen siendo
escogidos por los propios partidos que deberían regular, los ciudadanos que no
son postulados por algún partido no tienen derecho de ocupar cargos de elección
popular, los legisladores no pueden ser reelectos para evitar que adquieran
independencia frente a los líderes de los partidos. Además se prohibió a los
ciudadanos contratar tiempos de radio y televisión para expresar sus ideas
políticas, con lo que se dejó un verdadero monopolio a los partidos, y se
proscribieron las campañas críticas para que el buen nombre de los políticos no
quedara manchado.
Ya con estas nuevas reglas, los políticos se pueden dar el
lujo de aplicar medidas no solamente impopulares sino abiertamente dañinas a la
población. Aumentar impuestos en una recesión es un absurdo económico que
retrasa la recuperación y empobrece a los mexicanos. Los políticos se
benefician, porque tienen más dinero que gastar y que embolsarse. Pueden así
empezar a preparar sus cochinitos para las próximas campañas electorales y en
particular para la del 2012. Pero lo pueden hacer fundamentalmente porque antes
realizaron una contrarreforma electoral en el 2007 que les permite hacer lo que
quieran sin temor a que los ciudadanos los expulsen del poder.
EntrarTanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.