Ningún país da cuenta que aumentando los impuestos mejora la economía de la gente. Al contrario, la producción se cae, la pobreza aumenta y el país se va a la ruina.
Los
izquierdistas que hoy dominan el Congreso se sienten felices cada vez que le
imponen nuevos impuestos a las empresas privadas y a la población en general:
Impuestos por las ventas, por las ganancias, por la nómina, por la salud de los
trabajadores, por los activos, por exportar, por importar, impuestos para
mantener contentos a los líderes sindicales, impuestos para repartir utilidades
entre los trabajadores y así sigue una larga cadena de impuestos. Estos
izquierditas marxistas creen que le están haciendo un bien a la sociedad, al
pueblo, al mundo. Están muy equivocados.
Los
impuestos son transferencias forzosas, obligadas, involuntarias que pasan de la
gente y empresa a las manos del gobierno. No se dan por gusto, sino por coerción,
por amenaza, porque así lo quiere la clase política, el gobierno. Casi no hay
diferencia entre un robo y un pago de impuestos, pues ambos son violentos,
coactivos, sólo que en el robo puedes perder la vida, en los impuestos pierdes
tu patrimonio y claro, de un coraje también puedes perder la vida.
La
justificación que esgrimen los izquierdistas es que con los impuestos
resolverán la pobreza de este país. Pero lo cierto es que mientras mayores son
los impuestos mayor es la pobreza, es la cruda realidad y se constata a diario
por distintos organismos de estadística.
Se dice que
es necesario incrementar los impuestos para educar mejor a la población, pero
las agencias internacionales nos colocan cada vez en peores lugares en la escala
mundial.
Que los
impuestos se usarán para garantizar la seguridad de la población, pero los
periódicos hablan de empresarios secuestrados, asesinados o extorsionados y la
población le teme más a un policía que a un ladrón.
Nótese que mientras
más crecen los impuestos, más engorda el aparato burocrático del Estado. Hoy
hay más burócratas estatales que nunca antes. Contando los burócratas federales
y estatales suman más de siete millones de bocas que viven de impuestos. Pero
si a esto agregamos la gente que recibe cheques de gobierno: los viejitos, las
madres solteras, los discapacitados, los estudiantes y otros, alcanzan una
cifra espeluznante, más de 60 millones de gentes.
Ningún país
da cuenta que aumentando los impuestos mejora la economía de la gente. Al
contrario, la producción se cae, la pobreza aumenta y el país se va a la ruina.
Por tanto, se
cometen dos graves errores económicos de política fiscal: uno en cuanto al
incremento de los impuestos y otro en cuanto al uso de esos recursos. El
primero mata a la economía el segundo la mata doblemente. Tal parece que se
está abonando la tierra para lograr un gran caos. La izquierda instrumenta
estos errores y culpa a los neoliberales. En segundo acto se presenten como los
grandes salvadores. Pero la política neoliberal (léase a Friedrich
von Hayek) indica que hay
que bajar los impuestos y si es posible desaparecerlos y, como consecuencia, bajar
el gasto de gobierno, pues éste sólo debe tener los recursos suficientes para
cuidar que funcionen bien los mercados.
EntrarTanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.