El problema que tienen en común las democracias fracasadas suele encontrarse en sus estructuras políticas: La utilización del sistema de representación proporcional.
Jon Basil Utley es senior fellow de
Este artículo es una cortesía de
Cato Institute para Asuntos Capitales
Muchas de las democracias del tercer
mundo no han logrado alcanzar gran prosperidad. Muchas de estas son corruptas,
disfuncionales y desordenadas, sin la capacidad de controlar el crimen o
desarrollar las funciones más básicas de la sociedad civil.
Al mismo tiempo que Washington
promueve una constitución para Irak y presiona a los líderes árabes a
establecer reformas en sus países, haríamos bien en analizar por qué algunas
democracias funcionan mucho mejor que otras.
Las reglas para alcanzar el
desarrollo económico y un gobierno efectivo son bien conocidas y su
funcionamiento ha sido probado una y otra vez; lo que no es fácil de entender
es por qué muchas sociedades no son capaces de adoptarlas.
Dicho fracaso se asocia
frecuentemente con cuestiones culturales y vinculadas a la corrupción, pero el
problema que tienen en común dichas sociedades fracasadas suele encontrarse en
sus estructuras políticas: la utilización del sistema de representación
proporcional.
Para comprender el sistema de
representación proporcional, imagine que el congreso de los Estados Unidos
estuviese dividido en cuatro partidos políticos: demócratas, republicanos, el
viejo partido de la derecha tradicional y el partido de los verdes; contando
estos dos últimos con un 5% de los representantes cada uno. Imagine también que
cada partido esta liderado por aquella persona que más tiempo ha sido miembro
del mismo, por ejemplo el Senador Byrd para un
partido y Bob Dole para el
otro. En ese caso habría muy pocas propuestas nuevas y las disputas políticas
que usualmente crean profundas divisiones, serían decididas frecuentemente por
los votantes indecisos, es decir los que apoyan al partido de la derecha
tradicional y al partido de los verdes. Este mismo sistema, incluso con algunos
partidos políticos más, es el que se utiliza en la mayoría de los países de
Europa del Este y Latinoamérica. Cualquier partido político que logre cosechar
al menos un 5% de los votos obtendrá representación en el congreso.
Y las cosas se ponen aun peor. Como
cada partido funciona en todo el país, y sus candidatos se determinan por medio
de listas controladas por la maquinaria de cada uno, los candidatos son
normalmente personas que están hace mucho tiempo en el partido, a quienes se
les deben muchos favores y que guardan viejos rencores. El miembro con mayor
antigüedad se pone a sí mismo a la cabeza de la lista y ubica al más joven al
final si los jefes se lo permiten. En el caso de que el partido obtenga 40
representantes en el congreso, serán los primeros 40 nombres de la lista
quienes cubran dichos puestos. A los políticos de mayor edad les encanta este
sistema ya que raramente pierden la oportunidad de ser reelegidos. Al mismo
tiempo, los reformadores, vistos muchas veces como personas que traen
complicaciones, pueden ser eliminados simplemente manteniéndolos fuera de la
elección o ubicándolos al final de las listas de candidatos. La corrupción se
vuelve entonces endémica y protegida por el sistema, ya que los votantes no
pueden quitar de las listas a ningún candidato en particular. Al momento que su
partido alcance un mínimo del 5% de los votos, los candidatos con mayor
antigüedad, es decir los del comienzo de la lista, obtendrán un asiento en el
congreso y por ende podrán decidir quien más conforma las listas. En gobiernos
de sistema parlamentario, el partido ganador elegirá a uno de los líderes de
mayor edad para que éste se convierta en primer ministro.
En el sistema de los Estados Unidos
y en el sistema Británico, cada legislador representa a una región geográfica
distinta. Un legislador puede ser reelecto en la próxima elección y los nuevos
candidatos pueden desafiar a los legisladores de mayor peso. En el sistema de
representación proporcional, aquellos candidatos que representan a toda la
nación o a regiones de gran tamaño, representan a todo el mundo y a nadie al
mismo tiempo. Solo pueden dar cuenta de cuestiones generales, pero raramente se
les pide que rindan cuentas sobre temas y decisiones políticas específicas o
consecuencias de la aplicación de las mismas.
Venezuela es el ejemplo típico de lo
que suele ocurrir en Latinoamérica. Desde los años setenta hasta los noventa,
dos personas de avanzada edad, Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera, alcanzaron
la presidencia dos veces cada uno ya que los votantes no tuvieron otra opción:
rechazando al primero fue precisamente como consiguieron al segundo. En el
intento desesperado de deshacerse de estos partidos políticos estatistas, corruptos, incompetentes e inactivos,
terminaron votando por Hugo Chávez, su actual presidente. Vladimir
Chelminski, el ex presidente de la cámara de comercio
de Venezuela, describió la situación para el Wall Street Journal de la siguiente
manera:
Por décadas, la calidad de vida se
ha ido deteriorando. El proceso democrático parecía funcionar bien tan sólo
para el beneficio de los políticos y sus amistades. Los partidos políticos que
se han ido alternado en el poder desde 1958, el Social Demócrata y el Social
Cristiano, terminaron haciendo las mismas cosas. Ambos ofrecieron socialismo
con libertad política. Sus propuestas políticas pretendían apoyar a los pobres,
pero siempre demostraron ser contraproducentes. El respeto a la propiedad
privada y el cumplimiento de contratos fueron de poca importancia en sus
regímenes legales. Dos tercios de las personas que deseaban trabajar jamás
lograron encontrar empleo en la economía formal.
El Gobierno de Israel nos ofrece
otro ejemplo de representación proporcional en toda la nación. Un partido
político puede conseguir representantes en el parlamento (Knesset)
si tan solo obtiene el 1.5% del voto popular de toda la nación, lo que representan
unos 55,000 votos. El sistema da gran poder a los partidos religiosos, una
minoría específica que obtiene un 20% de los votos. Lo mismo ocurre con el
bloque de votantes indecisos, que podrían ir con el partido oficialista (Likud) para formar un gobierno, y que tienen tal poder
político que están exentos del servicio militar. Muchos de ellos ni siquiera
tienen empleo ni pagan muchos impuestos.
Hay unas pocas naciones a las que
les ha ido medianamente bien con el sistema de representación proporcional, tal
es el caso de Escandinavia y más recientemente,
Eslovaquia. Sin embargo se trata de países étnicamente homogéneos y lo
suficientemente pequeños como para que sus gobiernos tengan un mayor
conocimiento de la problemática local, o de países nuevos cuyos parlamentos aún
no se han atrofiado con el tipo de parálisis que afecta a gobiernos que aplican
un sistema de representación proporcional hace más tiempo. Cabe notar que las
exitosas democracias de Asia del Este e India, no utilizan el sistema de representación
proporcional, si bien algunas tienen un sistema combinado con
Ruth Richardson,
ex ministra de finanzas de Nueva Zelanda y arquitecta de una reforma pro-libre
mercado en aquella nación y por ende de su prosperidad a comienzo de los 90s,
habló en una conferencia en el 2004 en Moscú, auspiciada por el Cato Institute. Allí sostuvo que muchas naciones “afligidas por
el sistema de representación proporcional” han adoptado políticas públicas de
baja calidad y enfrentado grandes dificultades para aprobar legislativamente
reformas de gran relevancia. Richardson puso como
ejemplo gran parte de Europa Occidental que, excepto por el caso de Inglaterra,
no ha podido reformar su perversa legislación laboral y sus leyes anti empresariales.
El gran economista peruano Hernando
de Soto también se enfocó en este problema en su libro El Otro Sendero, argumentando que el sistema democrático funciona
mucho mejor en naciones anglosajonas dado que no utilizan el sistema de
representación proporcional.
Y pese a contar con esta importante
lección cívica global, Estados Unidos ha elegido el sistema de representación
proporcional para su experimento en Irak en plena transición democrática. El
sistema no establece distritos electorales con diferente representación
territorial como lo hace el del congreso de los Estados Unidos, lo que logra
balancear el poder ante estados y circunscripciones de menor tamaño. Un sistema
bicameral como tiene Estados Unidos ayudaría a resolver el problema de proteger
a minorías tales como los kurdos, los sunitas y los cristianos en una población
donde la mayoría es chiíta. La preocupación de que los terroristas eviten que
la gente vote en zonas sunitas se hubiese resuelto si existieran distritos
geográficos delimitados de manera precisa y cada uno de estos tuviese derecho a
contar con un representante en el congreso. En este caso una baja asistencia a
votar no se hubiese convertido en un problema y los habitantes del distrito
hubiesen tenido un representante de todas maneras.
El analista europeo Frank Glodek, en una carta al
Central Europe Review de
mayo del 2000 nos decía: Aplicar el sistema de representación proporcional en
una nación que ha sufrido divisiones por motivos étnicos, ideológicos o
religiosos, es particularmente peligroso, ya que implica presionar para que la
gente vote en base a lineamientos establecidos previamente, sin importar si
ellos piensan que estos lineamientos son destructivos o si ellos desean al
diferente. Que un partido político que no alcance un mínimo del 5% de los votos
cuente con representantes en el parlamento, constituye una barrera para el
sistema electoral y su impacto es negativo.
¿Y por qué ocurre esto? Porque
cuando se utiliza el sistema de representación proporcional, usted debe asumir
que los ‘otros’ votaran étnicamente, poniéndolo a usted en peligro. La única
forma que tiene de protegerse es haciendo la misma cosa…
Un sistema de representación
proporcional jamás puede unificar naciones o grupos de personas de manera
efectiva, ya que una inevitable tendencia hacia el extremismo, la
inestabilidad, la falta de moderación y de efectividad son características
inherentes al mismo. La gente olvida que Estados Unidos fue, desde sus
comienzos, un país con pluralidad de etnias y religiones.
Las democracias disfuncionales
fomentan la inestabilidad y la miseria en buena parte del mundo. Representan
una amenaza para los intereses de los Estados Unidos y la prosperidad global.
Si bien otros factores culturales, tales como el modo en que la lealtad reside
en el núcleo familiar o tribal y no en la nación, también juegan un papel
critico; los esfuerzos de Washington para construir un gobierno moderado y
próspero en Irak y el mundo árabe necesitan alentar la utilización de sistemas
políticos que han probado ser exitosos en otras partes del mundo.
Para mayor información acerca de los tipos de sistema
electoral que utiliza cada nación, consultar los estudios publicados en: http://psephos.adam-carr.net/
EntrarDurante siglos se ha debatido quién debe detentar el poder y no los límites de ese poder.