Andrés Manuel López Obrador es el candidato a vencer. Virtualmente todas las encuestas colocan al candidato del PRD en primer lugar en la contienda por la Presidencia de la República. Las únicas excepciones son dos, una de Arcop y otra de Gaussc que colocan al panista Felipe Calderón en primer lugar, pero no podemos olvidar que ambas encuestadoras trabajan para el PAN. Todos los demás sondeos –los de Parametría, El Universal, Reforma, Consulta Mitofsky, Democtenia, Covarrubias e Ipsos Bimsa—le dan el primer lugar a López Obrador.

Es demasiado pronto, por supuesto, para dar por concluida la contienda, como lo están haciendo López Obrador y algunos de sus colaboradores. Faltan cinco meses para la votación del 2 de julio y, si algo nos demuestra la experiencia, es que el panorama puede cambiar de manera muy significativa en muy poco tiempo. Sin embargo, no hay duda de que, hasta este momento, Andrés Manuel ha jugado bien sus cartas mientras que sus rivales están enfrentando problemas.

Roberto Madrazo, quien se encuentra en tercer lugar en las encuestas con alrededor de un 25 por ciento de las preferencias, no ha logrado unificar el voto de los priístas. De hecho, es el único candidato que no está atrayendo todo el voto duro de su partido, que es de cuando menos 35 por ciento a nivel nacional. Madrazo se enfrenta al voto negativo más fuerte de la campaña –el porcentaje de los electores que dicen que nunca votarían por él— y debe superar el apoyo tibio o inexistente de muchos importantes miembros de su partido. Además, sus operadores están cometiendo errores graves, el mayor de los cuales fue el acarreo de estudiantes a una presentación de campaña en Pachuca, Hidalgo, por parte del ex rector Gerardo Sosa lo cual le ocasionó un sonoro abucheo a Madrazo y coros de apoyo a López Obrador. Claramente ya han terminado los tiempos en que los acarreos funcionaban.

Felipe Calderón está obteniendo un 30 por ciento de las preferencias. Pero esto no es más que el voto duro tradicional del PAN. Calderón ha fracaso hasta este momento en su intento por atraer el voto de los independientes que fueron la razón del triunfo de Vicente Fox en el 2000.

López Obrador, con cerca de 40 por ciento en las encuestas, está duplicando el voto duro tradicional de su partido. Se encuentra claramente en caballo de hacienda. Pero esto, que puede tener ventajas enormes, también tiene riesgos. El exceso de confianza puede poner fin a un esfuerzo de alguien que ya se siente ganador.