La educación es uno de los orgullos de la clase política mexicana. Aunque a un siglo del inicio de la revolución y a 200 años del comienzo de la guerra de independencia México sigue hundido en la pobreza, los políticos se justifican siempre señalando el esfuerzo que han hecho en materia educativa.

Y por esfuerzo nadie puede cuestionarlos. En este 2010 el gobierno federal ha presupuestado 474 mil millones de pesos a la educación, casi el 20 por ciento del gasto público programable. Es difícil encontrar un país que dedique tanto de su egreso a la educación.

Este pasado 18 de abril se concedió a los maestros del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación un aumento salarial retroactivo al 1ro. de febrero. El alza fue de 4.9 por ciento directo al salario, más 1.5 por ciento de prestaciones. Algunos maestros se vieron beneficiados, además, por un proceso de “rezonificación”, que es un aumento bajo otro nombre. El sindicato recibió también cantidades adicionales para sus gastos.

¿Es poco? Todo depende del punto de comparación. El salario medio de cotización en el IMSS subió solamente 2.2 por ciento en el año terminado en febrero de 2010. Muchos trabajadores están contentos simplemente con no perder su trabajo. Los aumentos han sido raros y muy diluidos.

Los maestros mexicanos han tenido, en cambio, fuertes alzas en los últimos años. Entre 1995 y 2003, según un informe de la OCDE, sus ingresos aumentaron 49 por ciento en términos reales, una de las cifras más altas del mundo. Los docentes de nuestro país tienen ingresos significativamente superiores a los de otras naciones en comparación con los sueldos promedio. Los ingresos de los maestros de primaria en las naciones ricas del mundo son apenas 1.3 veces superiores al promedio de los trabajadores de sus países y 1.32 veces para los de secundaria. En México un maestro de primaria gana 1.64 veces más que el promedio y el de secundaria 2.09 veces más.

El gasto en educación y los sueldos relativamente altos de nuestros maestros no han servido para dar a los niños y jóvenes mexicanos un mejor nivel de instrucción. Si bien el gasto en educación es muy alto, una parte significativa se dedica a subsidiar universidades, lo cual beneficia a un grupo relativamente próspero de la población. La educación de primera infancia recibe proporcionalmente pocos recursos, a pesar de que los estudios internacionales demuestran que el gasto educativo que mayor ayuda a los más pobres es el preescolar. La inversión excesiva en universidades, por otra parte, genera altos niveles de desempleo y sueldos bajos entre los profesionales.

El daño más importante, sin embargo, surge de la falta de incentivos para mejorar la calidad de la enseñanza. Los maestros tienen mayor presión para lograr una buena relación con los líderes sindicales, los cuales deciden quiénes se quedan con puestos que se vuelven una especie de propiedad privada, que en mejorar la instrucción.

Es un milagro, de hecho, que en estas circunstancias la educación no sea peor. Esto es un tributo a muchos maestros que hacen un enorme esfuerzo por enseñar bien a pesar de que todo está en contra de ellos.