El mejor contexto para crear riqueza no es la guerra sino la paz. El mejor contexto para crear riqueza proviene de la inversión privada. El gobierno en todo caso, en el margen, puede contribuir con la infraestructura y ello conlleva un costo que debe ser justificado: el empleo.
Persiste un error que peligrosamente hace eco en periodistas y académicos. Se trata de la falaz creencia de que después de una guerra ó desastre natural como el acontecido en Japón se desencadenarán las fuerzas que llevarán a que en la economía se cree riqueza de tal manera que no hubiera habido costo alguno. Vaya disparate, Lo anterior equivale a decir que el lector incendie su casa, destruya su auto, sacrifique a sus hijos y luego, listo, estará en la posición de poder crear riqueza de manera milagrosa. Perverso mito.
Cualquier guerra ó desastre natural de entrada tienen un costo irrecuperable enorme, que significa el perder vidas humanas. Eso simplemente ya es una pérdida de la que jamás hay recuperación. En todo caso, y lo que con el tiempo puede suceder es una reconstrucción que lleve únicamente a la reposición de los bienes materiales originalmente perdidos. Pero de entrada el costo de oportunidad es gigante, irrecuperable, pues piense el lector en la riqueza que se dejó de crear por un evento natural adverso ó guerra provocada por el hombre, en los inventos, innovaciones e intercambio interrumpidos por una destrucción natural ó hecha por el hombre.
Cuando ello sucede, el papel del gobierno debe centrarse en tratar de reconstruir los canales de intercambio, lo que abarca desde la protección de la propiedad de particulares que no resultaron dañados hasta la reconstrucción de la infraestructura perdida. Jamás se debe entorpecer el funcionamiento de los mercados con controles de precios ó prohibiciones draconianas.
Así las cosas, efectivamente surge una oportunidad de ganancia legítima, de negocios para empresas constructoras, para albañiles, técnicos e ingenieros, pero ello insistimos, es sólo un beneficio relativo a determinados sectores de la economía, pero jamás en su conjunto representará, como le llaman los economistas, una ganancia neta social, pues toda recuperación, reconstrucción proviene de la destrucción, de la pérdida, por tanto no hay nueva creación de riqueza como algunos distraídos están comentando en México.
La ignorancia de este principio lleva a que existan orates que insinúan que países como EU provocan guerras para que su economía “se recupere”. Falso de toda falsedad, la evidencia empírica es contundente e indica que los costos de las guerras implican desequilibrios fiscales, endeudamiento e impuestos futuros que terminan pagando las futuras generaciones (del pueblo, claro está). Vuelvo al ejemplo disparatado, declárele a su vecino, amigo lector, una guerra, de casa a casa, para que su situación económica mejore. Ridículo de verdad.
Relacionado con estas falacias es que surgen teorías económicas falsas y perversas como la keynesiana que le ha dado luz verde a que los gobiernos comentan toda clase de abusos fiscales. Pensar que es posible crear riqueza “abriendo y tapando hoyos” en la tierra es ridículo, no obstante está en la mente de muchos políticos.
Por cierto, el empleo temporal que se genera en cualquier obra pública, no es jamás un rubro que se deba contabilizar en el lado de los beneficios, al contrario, representa un costo de nómina que paga el contribuyente. En todo caso, si dicha obra pública genera externalidades positivas al intercambio, no es por el empleo que “crea” (eso es UN COSTO), sino por la rentabilidad social que lleve intrínsecamente. En el DF los gobiernos perredistas creen en la falacia, de que hacer obra pública es “crear” empleos y así se la pasan construyendo y construyendo todo tipo de elefantes blancos (las pocos proyectos útiles son una minoría), por tanto los defeños jamás vemos una estabilidad en obra pública -y menos sus beneficios- como sucede en las ciudades más avanzadas.
Persisten los gobernantes ignorantes que creen que haciendo obra pública de manera constante mejora la economía y crea empleos. Otra vez una falacia peligrosa. Toda obra de infraestructura de carácter gubernamental, sólo se justifica si tiene rentabilidad social, es decir, si los beneficios sociales son mayores a los costos sociales del proyecto. Si no es así, los gobiernos únicamente están creando “elefantes blancos”, obras públicas inútiles y costosas para el Erario.
Relacionado con lo anterior es una verdadera sandez (alguna vez afirmada por el peje) que en la obra pública se emplee sólo trabajadores y no maquinaria -o poca maquinaria (¿?)- con el fin de crear más empleos. Los medios de producción (tierra, trabajo, capital físico y humano, recursos naturales) deben combinarse para crear el máximo grado de riqueza. Jamás debe, y menos en cualquier proyecto de infraestructura que lleva años de construir, abstenerse de usar maquinaria y equipo bajo la creencia falaz y torpe de “crear empleos”. ¡Imagine el lector el enorme costo de oportunidad en que se incurriría en construir un puente, presa ó carretera en 50 ó 100 años! Ridículo, pero hay orates que se lo creen.
Ninguna creación de riqueza puede provenir de la destrucción, del desastre natural, de la guerra ó de sólo hacer por hacer obra pública (keynesianismo rancio y ramplón del que tanto creen la izquierda y la derecha en México).
El mejor contexto para crear riqueza no es la guerra sino la paz. El mejor contexto para crear riqueza proviene de la inversión privada. El gobierno en todo caso, en el margen, puede contribuir con la infraestructura y ello conlleva un costo que debe ser justificado. No es papel del gobierno crear riqueza ó empleos; en todo caso su papel esencial es proteger los derechos a la vida a la libertad y a la propiedad de los particulares, así como dotar de infraestructura eficiente, rentable para facilitar los intercambios entre particulares.
La creación de riqueza pasa por el talento humano, no por los desastres naturales, la guerra ó la mera obra pública. Ojalá no lo olviden los ignorantes y políticos estatistas.
EntrarTanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.