Una vez más fracasó el intento de componer algunos de los graves problemas que aquejan a nuestro país, por la incompetencia de una clase política miope e inepta, que no ve más allá de cuidar sus privilegios, sueldos, dietas, bonos y amplios gastos “de representación.”
Una vez más fracasó el intento de componer algunos de los graves problemas que aquejan a nuestro país, por la incompetencia de una clase política miope e inepta, que no ve más allá de cuidar sus privilegios, sueldos, dietas, bonos y amplios gastos “de representación.”
Resulta deprimente el espectáculo de una Cámara de Diputados que concluye su período ordinario de sesiones en un mar de mantas de protesta, en las que los principales partidos políticos, carentes de la capacidad de ejercer un debate parlamentario civilizado, resumen sus agravios en adjetivos e insultos.
El Senado de la República había pasado varias iniciativas de ley entre las que destacan la política, la laboral y la de seguridad nacional, que, distando mucho de ser las óptimas, representaban avances positivos para arreglar problemas graves en sus respectivos ámbitos.
Daba la impresión que la bancada priísta mayoritaria en el Senado había caído finalmente en cuenta de que era mejor aprovechar la actual circunstancia, en la que la Presidencia está en manos del PAN, para lograr la aprobación de enmiendas legales que harían más gobernable al país en el futuro.
Era también de suponer que ese proyecto de reformas legislativas habría sido debidamente concertado con sus correligionarios en la Cámara de Diputados, pero, por lo visto, ese no fue el caso, lo que algunos comentaristas atribuyen a la oposición que ejercieron diputados que controla Enrique Peña Nieto.
En esa versión, se atribuye al gobernador del Estado de México ordenar a sus legisladores oponerse a una reforma política que planteaba la opción de candidaturas independientes para la Presidencia, lo que, según los opinadores, no parecía buena idea a quien lleva ventaja en las encuestas para el 2012.
En lo que toca a las tímidas reformas propuestas a las leyes laborales, que pretendían dar mayor flexibilidad a un sistema asfixiado por leyes y códigos obsoletos, aparentemente los diputados del PRI una vez más cedieron ante el chantaje con el que había amenazado el demagogo López Obrador.
Finalmente, la iniciativa de reforma a la ley de seguridad nacional, que resulta indispensable para legitimar jurídicamente la intervención de las fuerzas armadas en la lucha contra en crimen organizado, también fue congelada por los diputados, aunque en este caso habría que estudiar con cuidado que la última versión de este manoseado proyecto legislativo, no resultara perjudicial.
A los legisladores hay que juzgarlos no por la cantidad de leyes que aprueban sino por su calidad. Mientras los diputados no se ponían de acuerdo en propuestas básicas para la buena marcha del país, hallaron el tiempo para enmendar los artículos constitucionales 4 y 27 para asegurar que “toda persona tiene derecho a la alimentación nutritiva, suficiente y de calidad.”
Por supuesto, como todos los demás espléndidos derechos sociales que confiere la generosa Constitución, enmendada más de 500 veces por nuestros inefables legisladores desde su promulgación en 1917, no se da a la población protegida con tan generosas dádivas, la dirección o el teléfono dónde se le indique a quién recurrir para que les den de comer bien, mucho y provechoso.
Vale la pena comparar los fracasos del Congreso mexicano con los del de Estados Unidos, que con frecuencia se nos pone como ejemplo. Si uno sigue la cobertura de los medios de ese país, sus legisladores en Washington son muy impopulares porque no logran ponerse de acuerdo en los temas de fondo.
Las diferencias entre ambos cuerpos legislativos son, sin embargo, radicales:
1. El sistema político y el entorno institucional que éste regula, funcionan bien en EU mientras que en México no lo hacen, porque nuestras leyes no se sustentan en la esencia de nuestra organización social sino que fueron copiadas de otros entornos, a diferencia de lo que ocurrió en Estados Unidos.
2. EU tiene un sistema de instituciones políticas diseñadas para dificultar los cambios, lo que demanda de un consenso para conseguirlo, mientras que en México pasamos de la unanimidad priísta a la anarquía democrática actual. Respecto a la ley, la regla fue durante la Colonia “obedézcase pero no se cumpla,” lo que en buena medida sigue siendo válido hoy.
3. No obstante la mala opinión de los ciudadanos de EU, la mayoría de sus legisladores acaban actuando con racionalidad cuando tienen que hacerlo, mientras que los nuestros prácticamente no han conseguido ningún acuerdo fundamental desde 1997, cuando se acabó el quórum priísta que mansamente acataba las órdenes del Ejecutivo.
Muy pronto veremos si esta observación es corroborada en los hechos cuando el Congreso de EU decida si autorizará el indispensable aumento en el techo de la deuda pública para evitar que su país caiga en la moratoria.
EntrarTanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.