No todo estudio es pérdida de tiempo, lo cual no quiere decir que cualquier estudio sea ganancia del mismo.
Ahora que el menor de mis hijos terminó la preparatoria, y que como padre de familia viví, y en algunos casos padecí, la educación que se practica en México (al decir lo anterior no me refiero al bachillerato en el que estudiaron mis hijos, al cual le estoy, por más de un motivo, sumamente agradecido, sino al sistema educativo mexicano en general), creo conveniente compartir con mis lectores algunas reflexiones en torno al tema y, sobre todo, proponer las reformas que considero indispensables para que la educación en México resulte más eficaz, sobre todo en la formación de capital humano, que es, de todos los capitales, el más importante, sin el cual todos los demás, desde el físico (instalaciones, maquinaria y equipo) hasta el financiero (oferta de crédito para inversión), salen sobrando, recordando que capital es todo aquello, desde conocimientos hasta actitudes, desde herramientas hasta habilidades, que nos ayuda a producir más y mejor, a generar más ingreso, a incrementar el bienestar de la gente.
Las siguientes reflexiones parten de la experiencia que, como padre de familia, viví en la educación secundaria y preparatoria de mis hijos, pero también son válidas para la educación primaria. Con relación a la educación universitaria, por las razones que ya explicaré en su momento, estas reflexiones no aplican, debiendo ser otras consideraciones las que guíen la reforma en ese nivel.
Centraré la atención en el costo de oportunidad que la actual manera de enseñar genera, mismo que se define como las opciones a las que se renuncia por haber elegido una entre ellas, y pongo de ejemplo al menor de mis hijos y a su relación con la biología, materia para la cual no tiene aptitudes, ni mucho menos gusto, probablemente por la falta de aptitud, si bien es cierto que, por cuestión de actitud, al final de cuentas, ¡y con un enorme costo de oportunidad!, logró pasarla, en segunda vuelta, con calificación de nueve.
¿Cuánto tiempo le tuvo que dedicar mi hijo a sacar adelante una materia, biología, que nunca se le facilitó, nunca le interesó y nunca le gustó? Más, mucho más, del que le dedicó a las materias que sí le gustan, interesan y facilitan. ¿Y para qué? Únicamente para obtener una calificación aprobatoria, es decir, para cumplir con una regla absurda. Y escribo únicamente porque me queda claro que ahora que mi hijo ha sido liberado de esa obligación no volverá a tener relación con la biología o materias afines: no estudiará medicina, tampoco veterinaria, y mucho menos biología, realidad ante la cual me pregunto, no para qué tanto esfuerzo, sí por qué tanto costo de oportunidad, es decir, tanto tiempo perdido.
Tal vez más de un lector, ante las dos últimas palabras del párrafo anterior, se escandalice y pregunte cómo es posible que considere pérdida de tiempo al dedicado al estudio. No todo estudio es pérdida de tiempo, lo cual no quiere decir que cualquier estudio sea ganancia del mismo.
Continuará.
EntrarTanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.