Al parecer no va a quedar de otra que Grecia se salga (o lo expulsen) de la zona Euro. A pesar del apoyo expresado por los gobiernos de Alemania y Francia, en el resto de Europa no existe mucho entusiasmo por seguir transfiriendo recursos a Grecia, más aun cuando el gobierno de este país no ha podido hacer el ajuste fiscal requerido. Que Grecia se salga de la zona Euro, adopte su propia moneda y la devalúe, obviamente trae significativas consecuencias, todas de carácter negativo.

En primer lugar, la de por sí incapacidad que tiene ahora el gobierno griego para cubrir sus compromisos financieros, al ya no estar en la zona Euro, tendría que declararse automáticamente en una quiebra con la consecuente suspensión de pagos. Esto tendría graves consecuencias para los actuales tenedores de bonos griegos denominados en EUROS, particularmente los bancos de Francia, Alemania y Gran Bretaña, quienes experimentarían una significativa pérdida y un deterioro de su balance. Moody’s ya degradó la calificación de los bancos franceses y, ante las dudas sobre si estos bancos y de otros países europeos pueden cubrir sus obligaciones en dólares estadounidenses, varios bancos centrales extendieron líneas de crédito en esta moneda y por un plazo de hasta tres meses. Se trata de evitar una crisis de liquidez similar a la que se experimentó cuando quebró Lehman en septiembre de 2008.

Adicionalmente, si Grecia se declara en quiebra, dado el impacto que ello tendía sobre los bancos, los gobiernos europeos tendrían que entrar a su rescate. ¿Cuánto costaría ello en términos del PIB? ¿Cuánto menos crecerían las economía europeas, que de por sí ya están prácticamente estancadas?

En segundo lugar, la quiebra de Grecia traería, previsiblemente, una devaluación del EURO frente a otras monedas, principalmente el dólar y el yen, por lo que las economías estadounidense y japonesa experimentarían también un menor crecimiento económico. El menor crecimiento de estas dos economías junto con el estancamiento, si no es que recesión, en Europa, significarían que la economía mundial estaría nuevamente en riesgo de experimentar una recesión, perdiendo lo poco que se pudo recuperar en 2010 y lo que va del 2011 de lo que se perdió con la recesión de 2009.

En tercer lugar, la quiebra de Grecia podría generar una bola de nieve que arrastraría a otros países, particularmente España, Italia, Portugal e Irlanda, quienes enfrentarían mayores tasas de interés y dificultades para colocar nueva deuda en el mercado.

¿Cómo afectaría todo a esto a la economía mexicana? Sin duda habría tres efectos. El primero, que ya hemos estando observando, es una devaluación del peso frente al dólar, lo que podría introducir presiones inflacionarias en la economía. La segunda, que también se ha dado, es un aumento de las tasas de interés de largo plazo respecto de las tasas de corto y mediano plazo, encareciendo cierto tipo de créditos como son los hipotecarios. Y tercero, un menor crecimiento de la economía, por lo que la proyección de 3.5% para el año que viene sería imposible de lograr.

En este escenario negativo es imperativo el llamado al Congreso de la Unión, particularmente a la Cámara de Diputados sobre dos cosas. La primera es que no se les ocurra “jugar” con el presupuesto, inventándose ingresos que no se van a obtener y menos aún programando un mayor déficit fiscal. Y la segunda, que es crucial para reducir la vulnerabilidad de la economía ante choques externos negativos, aprobar ya las reformas estructurales. A ver si hacen caso.