¿Qué le tendrá reservado a Estados Unidos, Europa y México el año que viene?
El que termina pasará a los anales de la historia como uno de esos años raros y memorables porque ocurrieron sucesos que nadie se había imaginado, como la revuelta popular que barrió con añejas dictaduras en toda la geografía del África islámica y en el Cercano Oriente, extendiéndose hoy hasta Siria.
Al igual que en 1968, pareciera que una inspiración convertida en acción planeada centralmente hizo que las protestas callejeras se extendieran a buena parte del orbe, desde estudiantes descontentos en Chile hasta los indignados en España, donde el desempleo supera ya el 22% de la fuerza de trabajo.
En Estados Unidos, un abigarrado grupo de manifestantes se aglutinó para acusar a los bancos concentrados en Wall Street de la crisis económica que no acabamos de superar, y tomaron plazas y parque públicos con el beneplácito del Presidente Barak Obama y sus correligionarios políticos, al considerarlos el equivalente en la izquierda de lo que el Tea Party representó para la derecha.
Pero conforme el verano pasó al umbral del invierno, de ciudad en ciudad las autoridades locales han procedido al desalojo de protestantes, cada vez más rijosos, como lo predije en esta columna, pues su movimiento no creció, no ofrece una articulación política que haga el menor sentido o que proponga la agenda necesaria para atacar la creciente pobreza y falta de oportunidades.
En estas circunstancias, parece remoto que el movimiento para Ocupar Wall Street pueda ayudar a la causa de la reelección de Obama y su partido político el año próximo, inyectándole la energía y el entusiasmo que el Tea Party ha logrado galvanizar para la extrema derecha del partido Republicano.
Otra sorpresa inesperada fueron las protestas que sacaron a los rusos de su marasmo post-comunista, con el alegato de que el partido político de Vladimir Putin cometió fraude en las recientes elecciones parlamentarias, que eran el prolegómeno del regreso del ex-agente de la KGB a la presidencia de Rusia para la virtual restauración de un régimen más autoritario, belicoso y nacionalista.
En los países europeo que, como España, enfrentan el amago de la insolvencia y que se ven obligados a aplicar medidas de austeridad para intentar equilibrar su situación financiera y calmar los temores de los mercados financieros, las protestas callejeras son ya un melodrama cotidiano.
Aparejada a la difícil situación del euro y de las hasta ahora insuficientes acciones para salvarlo, está la sorpresa de cómo las potencias occidentales, que han vendido en el mundo entero las virtudes de la democracia, de pronto aplauden a rabiar que gobiernos elegidos legítimamente en las urnas sean remplazados por tecnócratas muy respetables pero que nadie eligió para nada.
La fusión de países con arraigadas culturas nacionales en una unión política que permita un manejo económico sostenible y estable, ha probado ser bastante más difícil de lo que se imaginaron quienes sentaron las bases recientes de su integración con un diseño fallido del Tratado de Maastricht.
Es previsible que en el 2012 continúe la incómoda interacción entre políticos europeos que no ofrecen soluciones creíbles y suficientes para superar sus problemas, y los mercados financieros que seguirán torturando a los países en entredicho con tasas de interés elevadas y crecientes en su deuda.
En nuestro país, que sigue afligido por una violencia criminal sin límite aparente, sorprende que las manifestaciones de protesta hayan sido bastante acotadas a grupos relativamente pequeños, como el del “poeta” Javier Sicilia que, por una parte, acusa al gobierno y no a los narcos de la violencia, y por la otra, promueve todas las causas “progres” que encuentran en su camino.
En el frente electoral y con Peña Nieto y López Obrador ya definidos como los candidatos de sus respectivas coaliciones, está por determinarse quién representará al PAN en la contienda presidencial, aunque creo que la única con posibilidades de ser una candidata competitiva es Josefina Vázquez Mota.
Aún de ser ella la abanderada, cargará con la desilusión de once años de gobiernos panistas que no lograron cambiar el rumbo del país, no acertaron concertar las reformas necesarias para su transformación, y resultaron tan o más corruptos que los priístas, con el agravante que se integraron con gente muy menor, sin capacidad ni oficio, pero eso sí, acendradamente azul.
A pesar de ello, creo que la disputa por el país se dará entre PRI y PAN pues no concibo que el demagogo tabasqueño consiga que suficientes votantes moderados de los que atrajo hace seis años, vuelva a creer en él después de sus desplantes golpistas y su desprecio por la ley y las instituciones, todo ello a pesar de la piel de cordero tras la que pretende ocultarse últimamente.
EntrarTanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.