¿Qué posibilidades existen para que, el próximo gobierno, independientemente de quién gane la Presidencia de la República, descarrile la economía?, pregunta de la cual se desprende otra: ¿de qué manera puede un gobierno descarrilar la economía? Practicando políticas económicas equivocadas. Para responder conviene replantear la pregunta original de la siguiente manera: ¿qué candados existen para evitar que el próximo gobierno cometa imprudencias en materia de política económica, por ejemplo: monetaria, fiscal o cambiaria?

Gracias a la autonomía del Banco de México, el Poder Ejecutivo Federal no puede obligar al banco central a emitir dinero y dárselo, lo cual, sumado al hecho de que la Constitución le señala al instituto emisor que su objetivo prioritario es mantener la estabilidad en el poder adquisitivo de la moneda nacional, garantiza una política monetaria prudente, cuyos resultados ya están a la vista: inflaciones anuales no mayores al cuatro por ciento. La autonomía del Banco de México es un candado, muy importante, que evita que el gobierno, generando inflación, descarrile la economía, tal y como lo hizo en los sexenios de Echeverría, López Portillo y De la Madrid. En materia monetaria la prudencia está garantizada.

En materia fiscal, ¿está igualmente garantizada la prudencia? No, por una razón muy sencilla: no existe un límite al endeudamiento del gobierno, mismo que depende de decisiones discrecionales, tanto del Ejecutivo como del Legislativo, tal y como lo hemos visto en este sexenio, a lo largo del cual la deuda externa (denominada en dólares) se ha reducido 13.3 por ciento, al tiempo que la interna (denominada en pesos) ha aumentado 106.2 por ciento. ¿Qué falta? La prohibición, para el gobierno, de recurrir al endeudamiento como fuente de financiamiento, lo cual se debe conseguir introduciendo en la Constitución un nuevo artículo que diga, es esencia, lo siguiente: “Por ningún motivo, y en ningún monto, el gobierno se endeudará: financiará todo su gasto, únicamente, con impuestos”. Una creciente, y cada vez mayor, deuda del gobierno, terminará por descarrilar, primero, a las finanzas públicas y, segundo, a la economía.

En materia cambiara, ¿está garantizada la prudencia? No, de ninguna manera, tal y como lo muestra la Comisión de Cambios, integrada por gente del Banco de México y de la Secretaría de Hacienda, pero presidida de manera titular por el secretario de esta última. ¿Qué quiere esto decir? Algo muy peligroso: que el si el próximo presidente cree saber mejor que el mercado cambiario cuál es el precio del dólar, le bastará una orden a su secretario de Hacienda, sin necesidad de que nadie más disponga al respecto, para que éste tenga que fijar el tipo de cambio, usando los dólares depositados en la reserva del Banco de México cada vez que surjan presiones devaluatorias, mismas que surgirían al momento en el cual se cometiera tal imprudencia. Entonces sería cuestión de tiempo, y nada más que de tiempo, para que se agoten dichas reservas, momento en el cual se deberá abandonar la paridad fija, con la consecuencia inevitable: una crisis devaluatoria. ¿Cómo evitar esta posibilidad? Muy sencillo: eliminando la mentada Comisión de Cambios, para que el tipo de cambio se fije, sin la posibilidad de lo contrario, en el mercado.

De los tres candados considerados –autonomía del Banco de México, prohibición constitucional de endeudamiento gubernamental y desaparición de la Comisión de cambios-, solamente tenemos uno: el primero. Así las cosas, ¿cuál es la respuesta a la pregunta inicial?