Tenemos al gobierno metido hasta la cocina, es decir, realizando tareas que nada tienen que ver son sus legítimas funciones.
Tenemos al gobierno metido hasta la cocina, es decir, realizando tareas que nada tienen que ver son sus legítimas funciones, que son las siguientes: 1) garantizar la seguridad contra la delincuencia; 2) impartir justicia; 3) proveer los bienes y servicios públicos, que realmente sean públicos, y que realmente deban proveerse; 4) ordenar la convivencia en los espacios públicos. El gobierno no se limita, ¡ni remotamente!, a la realización honesta y eficaz de estas tareas, metiéndose donde no debería meterse, es decir, ¡hasta la cocina! Pongo un ejemplo.
¿Cuál es una de las justificaciones más socorridas para los viajes del presidente de la República? La intención de estrechar lazos comerciales con el país que se visita, y a la última prueba me remito, el viaje de Peña Nieto a Ecuador. Frente al presidente de aquel país el nuestro dijo que “en el ámbito económico, Ecuador y México tienen la posibilidad de explorar nuevas oportunidades de (…) intercambio comercial”; que “Ecuador y México (tienen) una gran oportunidad de potenciar (su) relación comercial”; y que “si bien en la última década el comercio bilateral se quintuplicó (…) aún hay mucho terreno para incrementar (la) relación comercial”, intenciones ante las cuales sólo puedo decir, dado lo que el comercio implica en términos de bienestar, ¡ojalá que así sea!
Lo que llama la atención es que el primer paso para lograr ese mayor intercambio comercial lo deban dar los gobernantes, y la razón es que son ellos, y nadie más que ellos, quienes, por razones proteccionistas, siempre a favor de los productores nacionales y en contra de los consumidores, quienes prohíben o limitan el comercio entre personas de distinta nacionalidad (dicho sea de paso: el llamado comercio internacional, es decir, entre naciones, no es, estrictamente hablando, entre naciones, sino entre personas de distinta nacionalidad), eliminando o restringiendo las posibilidades de, por la vía del intercambio comercial, lograr menores grados de escases y, por ello, mayores niveles de bienestar. Y mientras esos impedimentos o restricciones no se eliminen no hay manera de lograr un mayor intercambio comercial.
¿Y de qué son muestra esas prohibiciones e impedimentos, esas limitaciones y restricciones, que los gobiernos imponen a los intercambios comerciales entre personas de distinta nacionalidad? De que el gobierno está metido hasta la cocina, decidiendo, pese a los avances en materia de libre comercio, la composición (qué sí y qué no) y el monto (de aquello que sí en qué cantidad) de las importaciones, resabios (¡nada más resabios?) de ese proteccionismo que estuvo tan vigente (¿qué tanto lo sigue estando?) no hace mucho, y que tanto daño hizo, no sólo a los consumidores, sino también a los productores, a los que mantuvo al margen de la disciplina de la competencia que traen consigo las importaciones.
El que en materia de economía el gobierno siga metido hasta la cocina es muestra del “matrimonio” que existe entre gobierno y economía, matrimonio que, por prudencia y conveniencia, debe disolverse, para lograr la separación Estado-Economía (tal y como existe la separación Estado-Iglesia).
EntrarTanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.