Comienza a romperse el eje dicotómico de la contienda entre AMLO y el resto de los candidatos. Esperemos que esto aliente la participación, reflexionando sobre los efectos reales de las palabras de los candidatos.
Con la
colaboración de Edgar Moreno
Los adversarios de AMLO están
contentos y tienen razones: las encuestas muestran un movimiento importante que
pone a los tres candidatos principales en la pelea: baja la intención de voto
por el Peje y simultáneamente aumenta por Calderón y Madrazo.
La lectura general ha sido que el indestructible e intocable muestra signos de
no serlo tanto. Muchos se lo atribuyen al llamado “efecto chachalaca”. Le
dedicamos estas líneas a plantear algunos puntos tanto sobre el papel de las
encuestas y su incidencia en las decisiones electorales, como respecto al tema
concreto de qué nos dicen estas encuestas. Más que descalificaciones o
celebraciones ad hoc,
los datos requieren ser explicados.
Las encuestas electorales son
fuentes de información importantes para que el elector conozca el escenario de
la contienda, para que pueda estimar qué candidatos tienen posibilidades reales
de triunfo, qué tan competida se espera la elección, así como otros elementos
importantes para tomar su decisión. Pero además, son instrumentos políticos.
Desde los ojos de los candidatos, se
convierten en estratégicas al menos en dos sentidos: primero, porque esperan
que se les considere como una opción con capacidad de victoria, y; segundo,
porque les importa el nivel de competitividad con el que será percibida la
contienda. Unas encuestas favorables se convierten en señales de posible triunfo
que alientan a los equipos de campaña y activistas de partido a seguir trabajando
(cosa que buena falta les hacía a algunos equipos notablemente desmoralizados y
divididos); consolidan el apoyo de sus bases electorales que al ver
expectativas de triunfo en la alternativa preferida, mantendrán su intención de
votar por ella. Más aún, en el caso mexicano, con un escenario tripartita, las
opciones que están en primero y segundo lugar tienden a capitalizar el apoyo de
una parte de quienes prefieren a candidatos que no tienen posibilidad de ganar (voto sofisticado o útil).
Estos son los efectos políticos de
las encuestas donde radica su importancia. Así se explica la reticencia de Andrés
Manuel a aceptar los últimos resultados publicados, la alegría de Calderón al
difundirlos y la indiferencia de Madrazo por
atenderlos. Aunque es posible que casas encuestadoras tiendan a favorecer a sus
candidatos, lo cierto es que la coincidencia entre ellas (GEA-ISA, Beltrán y
Asociados, Consulta Mitofsky y Demotecnia)
valida sus resultados.
Atribuir la caída de Andrés Manuel
al efecto chachalaca, supone 1) que
el elector mexicano leyó el “cállate chachalaca” como una falta de respeto a la
investidura presidencial sumado a un acto de intolerancia o autoritarismo y 2)
reaccionó ante esta consideración apoyando menos al perredista.
Respecto a lo primero, rebautizaríamos en su caso este asunto como el “efecto
cállate”, dado que en un contexto donde son cosa de todos los días los epítetos
zoológicos, no supondremos que escandaliza a los entusiastas seguidores de AMLO
que, quien sin molestia alguna deja que se le denomine pejelagarto,
le llame chachalaca al Presidente Fox, un fanático de la guerra de la fauna
(sus referencias a las víboras prietas, tepocatas y marranadas lo ponen bajo el supuesto de que el que se
lleva, se aguanta) y cuya incontinencia verbal permanente ha hecho que no sólo López
Obrador sino todo el mundo, le dirija apelativos semejantes. Si acaso, se trata
de una reacción ante el “cállate”, leído por algunos como una señal unilateral
de cuándo hay diálogo y cuándo no, de descalificación e incluso represión. Pero,
¿es creíble que esto le parezca inadmisible a electores que se han sentido
orgullosos de actos mucho más graves que éste porque le conceden un liderazgo
moral a López Obrador para descalificar a instituciones como
En nuestra opinión, si bien la
temporalidad del asunto coincide con la caída del peje, resulta difícil establecer la causalidad entre ellas; es
decir, Andrés Manuel ha realizado declaraciones autoritarias e intolerantes en
otros momentos de su campaña sin que haya existido un efecto negativo en sus
apoyos electorales, lo que sugiere que la inclinación por el perredista no descansa en estos valores o bien, que sus
simpatizantes no leen estos actos como ataques a la tolerancia en sí misma sino
como intolerancia a la corrupción y a la incompetencia.
De manera paralela al conflicto
suscitado por la declaración, el PRI instrumentó una campaña negativa basada en
elementos que parecen más importantes para los electores: con datos corroborables, Madrazo lo instaba
a celebrar los uno, dos o diez debates que AMLO había dicho que estaba
dispuesto a tener; lo retaba a explicar el aumento del desempleo y la deuda
pública en
Se suma que la definición de
candidaturas al Senado ha movilizado operadores electorales locales en los que
el PRD es sustantivamente más débil que el PRI y el PAN. El desplazamiento de
militantes del PRD de las listas de candidatos seguramente jugó en contra de la
organización electoral de AMLO. Aquí se encuentra, por ejemplo, uno de los
pocos motivos que explicarían el crecimiento de Calderón: su partido tuvo un
proceso de nominación que contuvo el conflicto significativamente mejor que sus
oponentes.
Otra posibilidad es que haya
existido un cambio en los apoyos recibidos por votantes probables y no por el
elector en general. La constante referencia de AMLO a su inevitable victoria,
puede reducir la probabilidad de votar de sus propios simpatizantes, al creer
que sus votos ya no hacen una diferencia. Al mismo tiempo, los oponentes que no
pensaban acudir a las urnas, pueden estar empezando a percibir lo contrario:
que su voto puede ser determinante.
En este momento, comienza a romperse el eje
dicotómico de la contienda entre AMLO y el resto de los candidatos. Esperemos
que esto aliente a cada vez más mexicanos a participar, y a hacerlo
reflexionando sobre los efectos reales de las palabras de los candidatos.
EntrarDurante siglos se ha debatido quién debe detentar el poder y no los límites de ese poder.