Aún en tiempos normales los flujos migratorios a nivel mundial tienen un volumen increíble: el 3% de la humanidad. Es decir, cerca de 225 millones de personas.
Aún en tiempos normales los flujos migratorios a nivel mundial tienen un volumen increíble: el 3% de la humanidad cruza las fronteras de su país de origen para asentarse en otro. Es decir, cerca de 225 millones de personas, casi el doble de la población de México, compone este gigantesco movimiento internacional de personas.
Pero los actuales distan mucho de ser tiempos normales en la medida que países fallidos como Siria, Libia y Afganistán expelen millones de gentes tratando de huir de la guerra y el genocidio que asuelan sus hogares. Hoy hay 4 millones de sirios viviendo exiguamente en campos de refugiados en Líbano, Jordania y Turquía.
Sus precarias condiciones de vida y la promesa de encontrar mejores posibilidades en Europa han provocado el azaroso éxodo de refugiados que hemos visto en la prensa internacional con creciente zozobra, frente a reacciones contradictorias de líderes que ponen en entredicho una agenda coherente de la Unión Europea (UE) ante el suceso.
La UE propuso un plan para aceptar 40 mil refugiados que ya habían llegado a Grecia e Italia, mediante un sistema de cuotas basado en las variables económicas y demográficas de cada nación, pero España y los países del levante europeo rehusaron el proyecto, del que ya estaban exentos Dinamarca, Irlanda y el Reino Unido.
Pero la realidad se ha impuesto con números mucho mayores: en los primeros ocho meses del año más de 300 mil refugiados ya penetraron las fronteras europeas con el objetivo, primero, de acceder a los países del área Schengen –la zona en la que no se requiere pasaporte para cruzar fronteras-, y de allí trasladarse a Alemania.
La primer ministro Ángela Merkel de pronto ofreció abrir las puertas de su país a 800 mil refugiados sirios, 15% de los cuales ya ingresaron a la UE y se encuentran en camino a ese país, pasando de Grecia a los Balcanes para luego cruzar Albania, Hungría, Austria y Eslovaquia, hasta llegar a la magnánima tierra prometida.
Esta generosa política de Merkel tiene motivaciones políticas –mejorar la imagen internacional de su país- y demográficas –46% de los empleadores alemanes no encuentra trabajadores-, pero plantea tres problemas: rechazo popular en algunas regiones, incentivos para atraer aún más refugiados y conflicto con sus vecinos.
El primer ministro húngaro Viktor Orban, una especie de Donald Trump magiar, rechazó con cruel firmeza que se use a su país como paso para los refugiados y trató de bloquearlos, primero, con barreras de alambre de púas en sus fronteras y después mediante su internamiento en campos de refugiados reminiscentes de la era Nazi.
Detrás de tales actitudes ultra-nacionalistas y xenófobas que resurgen en el mundo entero, hay razones económicas –lento crecimiento, elevado desempleo, peor distribución de la riqueza- pero también líderes, o aspirantes a serlo como Trump, ignorantes que recurren al aplauso fácil de una minoría que se siente amenazada.
Trump, quien no se molesta en estudiar los fenómenos de los que habla como merolico, la emprendió contra nuestros paisanos que intentan emigrar a su país, sin percatarse que desde 2013 hay más inmigrantes legales e ilegales de China (147 mil) e India (127 mil) que de México (125 mil), de acuerdo a la información oficial.
De hecho, si estas cifras se complementan con la salida de EU de inmigrantes paisanos, el número total de indocumentados decreció de 12.2 millones a 11 millones, de los cuales el 56% eran de origen mexicano en 2013, comparado con el 70% en 2000, tendencia que solo se ha profundizado en los últimos dos años.
Así, entre refugiados de guerra y emigrantes por causas económicas, tenemos un escenario global siempre cambiante que se presta lo mismo para actos de enorme generosidad, como la bienvenida alemana, que a desplantes de patrioterismo y xenofobia como los de Orban, Trump y otros muchos demagogos en el mundo entero.
EntrarTanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.