Tal y como lo predije, el gran ausente del debate entre los candidatos a la Presidencia de la República fue el consumidor: una que otra mención indirecta (por ejemplo: la necesidad, reconocida por Calderón, de que las familias mexicanas, sobre todo las más pobres, compren electricidad y gas más baratos), pero ninguna propuesta, concreta, en beneficio del consumidor, es decir, ninguna crítica a los monopolios y prácticas monopólicas, ya no digamos alguna propuesta para eliminarlos; ninguna propuesta a favor de ampliar el comercio internacional y, por lo tanto, para incrementar las oportunidades de consumo para los mexicanos. Por el contrario: la mayoría de los debatientes estuvo de acuerdo en la no privatización, por ejemplo, de la industria energética, paso necesario (o por lo menos conveniente) para introducir la competencia entre oferentes de energía, ya sea el petróleo ya la electricidad. Paradójicamente se habló mucho de competitividad, sobre todo en materia de energía, pero no de competencia (ni una sola vez se la mencionó), siendo que la primera es el resultado de la segunda.

Sin embargo, Calderón pronunció la palabra más importante de todo el debate: libertad. El candidato panista dijo, y lo cito, que “si alguien puede producir electricidad más barata y de calidad que lo haga con libertad” tal y como, en muchos casos, ya sucede, pese a que la Constitución, en su artículo 27, afirma que “corresponde a la Nación (que para todo efecto práctico son las dos empresas gubernamentales: CFE y CLyFC) generar, conducir, transformar, distribuir y abastecer energía eléctrica”, y que “en esta materia no se otorgarán concesiones a los particulares...”, texto constitucional que viola, uno, el derecho a emprender (por ejemplo: producir, transportar y vender electricidad) y, dos, el derecho de propiedad.(por ejemplo: de los medios de producción necesarios para producir, transportar y vender electricidad), violación a la cual, correctamente, se opone Calderón. ¿De qué otra manera entender su afirmación de que “si alguien puede producir electricidad más barata y de calidad que lo haga con libertad”.

Todos los candidatos expresaron su preocupación por la falta de progreso económico de millones de mexicanos, sin embargo, solamente Calderón, y desafortunadamente de manera aislada, mencionó una de las condiciones indispensables del progreso económico, la libertad, tanto para emprender como para consumir, libertad que en México deja mucho que desear: según el Índice de Libertad Económica de la Heritage Foundation, en una escala del uno al diez, la calificación de México es 6.5, misma que se repite en el Índice del Cato Institute. 

Libertad, en primer lugar, para emprender, misma que se limita, por ejemplo, con la burocratización de la actividad económica. Campa señaló, apuntando en la dirección correcta, que para elevar la competitividad se debe desburocratizar la actividad económica, afirmación hecha desde una perspectiva pragmática: la desburocratización se traduciría en menores costos y, por ello, en mayor competitividad. Pero además, y esto lo afimo yo, la desburocratización se traduciría en un mayor respeto a la libertad para emprender, afirmación que hago desde la perspectiva de los principios, misma que nunca debemos pasar por alto.

Hay dos realidades claves para el progreso económico de la gente, libertad y propiedad, y existen tres condiciones para que esas dos realidades sean eficaces: el pleno reconocimiento, la definición puntual y la garantía jurídica de los derechos, a la libertad para emprender y consumir, y a la propiedad sobre los ingresos, el patrimonio y los medios de producción, todo lo cual deja mucho que desear en México. Allí está buena parte de la clave, misma que Calderón mencionó, lo cual hizo que pronunciará la palabra más importante del debate: libertad. ¿Será capaz de seguir la pista? Josefina Vázquez Mota puede ser la brújula que lo guíe.