Agustín Carstens, gobernador del Banco de México, afirmó hace unos días que el Bitcoin no es dinero, “pues no cuenta con el respaldo de un banco central, ni de una nación que cobre impuestos” afirmación que, viniendo de un economista sensato, llama la atención.

Mucho es lo que puede comentarse de la afirmación de Carstens, a quien debemos preguntarle, para empezar, por su definición de dinero. ¿Qué será, para el gobernador del Banco de México, el dinero? Por lo que dijo con relación al Bitcoin, dicho que no agota la respuesta a la pregunta, pero que revela mucho de la misma, para que algo sea dinero debe estar respaldado por un banco central y por una nación que cobre impuestos (habrá querido decir un gobierno), lo cual limita la definición de dinero al tipo de dinero que, por lo general, tenemos hoy, con sus tres características básicas: dinero fiduciario, sin valor intrínseco, sin respaldo de ningún tipo (una cosa es que el banco central produzca el dinero y otra que lo respalde); producido monopólicamente por una entidad estatal, el banco central; impuesto por la ley (por la fuerza) como única moneda de curso de legal. ¿Para que algo sea dinero debe cumplir necesariamente con estas tres condiciones y si no las cumple no lo es?

¿Qué es el dinero? Cualquier cosa, ¡cualquiera!, que la gente acepte como medio de intercambio, al margen de bancos centrales y gobiernos que cobren impuestos, tal y como es el caso del Bitcoin, criptomoneda que muchas personas aceptan como dinero, lo cual lo convierte en eso: dinero.

¿Que el Bitcoin tiene sus inconvenientes? Sin duda alguna, como lo tiene cualquier tipo de dinero. ¿Que no es inmune al hackeo y puede manipularse? Puede ser, tal y como los bancos centrales manipulan el dinero. ¿Que gracias al anonimato que supone puede usarse en giros negros? Seguramente, tal y como se usa el dinero producido por los bancos centrales.

Mientras sea aceptado como medio de intercambio el Bitcoin es dinero.