Una de las características que definen al nuevo populismo lationamericano es la deslealtad hacia las instituciones democráticas
Una de las características
que definen al nuevo populismo latinoamericano es la deslealtad hacia las
instituciones democráticas, similar a la que manifestaron el
nacional-socialismo en Alemania, el fascismo en Italia y muy notoriamente los
partidos comunistas en Occidente, financiados por la Unión Soviética.
En cierta forma, la retórica del nuevo populismo es
más chabacana y menos incendiaria que la retórica de los antiguos comunistas.
Esto la hace más insidiosa.
El nuevo populismo cuando quiere ser “presentable en
sociedad” – es decir: asimilado a la normalidad democrática de Occidente-
adopta algunas reivindicaciones más propias de la social-democracia que del
socialismo descarnado o del comunismo simple, cual es el caso de la retórica,
vacía de ideas pero cargada de emociones, de un José Luis Rodrìguez
Zapatero en España o del argentino Néstor Kirchner
hablando en foros internacionales.
A diferencia de Kirchner o
de Zapatero, un populista de avanzada – por llamarle así- como Hugo Chávez cada
vez más prescinde de esa retórica aceptable como muestra de la pluralidad
democrática, para entonar el discurso y aplicar los métodos de la oclocracia
(gobierno de la chusma) totalmente opuestos a los principios de ley (“rule of law”) y libertad que dan
fundamento a la democracia auténtica y representativa.
Como ya se dijo, esta dualidad o juego en dos pistas –
la pista de la legalidad institucional y la pista de la algarada o tumulto callejero-
rinde frutos eficaces. Quienes juegan alternativa o simultáneamente en esas dos
pistas obtienen la ventaja de sustraerse, cuando así les conviene, de las
reglas de convivencia del Estado de Derecho, dejando indemnes a sus adversarios
quienes están constreñidos a su vez, por convicción, a jugar solamente y
siempre en la pista de la legalidad institucional.
Un ejemplo: el gobierno de Kirchner
en Argentina repetidamente ha recurrido, de forma abierta o velada, a ciertos
grupos de “piqueteros” para “defender” decisiones de gobierno o para nulificar
a posibles adversarios políticos. (Recuérdese a los “piqueteros” atacando
estaciones de servicio de combustibles que no se doblegaban a la disminución de
precios exigida por Kirchner).
Otro caso. ¿Por qué un partido político, compitiendo
en una justa electoral con reglas preestablecidas y órganos jurisdiccionales,
de pronto se confunde con movimientos no-institucionales, típicos de la ocloracia, y se asienta en una especie de campamento o
plantón en el Zócalo de la Ciudad de México, para recabar “firmas de apoyo”
para su candidato?, ¿se pretende que las firmas funcionen como “votos
paralelos” que suplan a los votos legales – individuales y secretos- en caso de
que sea insuficiente el mecanismo democrático para alzarse con el triunfo?, ¿se
trata de “arrebatar”, mediante el recurso al tumulto, en caso de no poder ganar
compitiendo con las reglas del juego?
Tal actitud resulta desleal hacia la democracia y
presagia un uso aún más intensivo y extenso del tumulto – de la oclocracia- en
caso de llegar al poder. Como en Venezuela hoy las turbas, perfectamente
instruidas por el gobierno, han sustituido a los mecanismos democráticos.
EntrarTanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.