Salen importantes cantidades de dinero del mercado de deuda mexicano; entran millones de dólares a Brasil. El dinero no tiene ideología. Solo busca condiciones de confianza para crecer y multiplicarse. Y por ahora, los mercados han dictado un KO claro a favor de Bolsonaro y en contra de López Obrador en el terreno económico.
La credibilidad de un gobierno, y con él, de un país (al menos mientras los gobiernos ocupen espacios tan amplios en la actividad económica) es fundamental para asegurar estabilidad, promover políticas públicas serias, fomentar un mejor clima de negocios, atraer inversiones y con ello, crear más y mejores empleos, los que promueven a su vez mayor consumo y más consumidores, y bajo su empuje, de nuevo más empleos: oportunidades de mayor bienestar.
Por el contrario, los inversionistas huyen como la peste de países donde el capricho es el sustento de las políticas públicas o de las leyes; nada es seguro en un país de políticos caprichosos y arbitrarios. La irresponsabilidad y el capricho políticos son repelentes del dinero y de los inversionistas. Hoy ese es el caso de México con Andrés Manuel López Obrador, que aunque aún no toma posesión de la Presidencia, amenaza con regresar a México al “país de un solo hombre” y de “la Presidencia imperial”, propios de la etapa del PRI hasta inicio de los años 90s.
En apenas unos meses (y reitero: sin haber tomado aún el poder), López Obrador y su coalición gobernante ya en el Congreso, causaron un fuerte aumento del dólar, caídas en el mercado de valores, un aumento en la deuda del país, por la volatilidad cambiaria, una caída del 75 por ciento en la inversión extranjera directa durante el tercer trimestre, una reducción de empleos registrados en la seguridad social, y una inicial estampida de inversiones hacia mercados con mayor confianza y previsibilidad.
Esto lo lograron cancelando un mega aeropuerto ya muy avanzado en su construcción, mediante una ilegal y sesgada “consulta ciudadana” (organizada, vigilada y dictaminada por su propio partido y cuya figura será, al parecer, en lo sucesivo, su instrumento preferido para pasar por encima de toda legalidad), y las millonarias pérdidas causadas a las empresas privadas y fondos de pensiones que habían invertido en el aeropuerto; enseguida, el anuncio de un proyecto de ley para usar las reservas internacionales del Banco central para “promover” el “desarrollo”, otro más para eliminar las comisiones por los servicios bancarios y uno más para expropiar los fondos privados de ahorro para el retiro, y el propósito de crear el Tren Maya y la Refinería de Dos Bocas, que en el papel se ven como megaproyectos fantasiosos e improductivos, entre los principales desatinos.
Como consecuencia, en octubre salió una importante cantidad de dinero del mercado de deuda mexicano: Más de 11 mil millones de dólares, en parte (aunque no exclusivamente) por la tensión causada por la cancelación del proyecto del Nuevo Aeropuerto Internacional de Texcoco. Y apenas hace unos días entraron a Brasil 367 millones de dólares, mientras que en México salieron 214 millones de dólares de los mercados de valores, siendo México el único mercado emergente con pérdidas.
Al respecto, resulta muy interesante comparar esta situación con la de Brasil y el gobierno venidero de Jair Bolsonaro, electo poco menos de cuatro meses después que López Obrador. Ambos asumirán el poder con apenas un mes de diferencia. Su sincronía permitirá una privilegiada observación de dos estrategias económicas diametralmente opuestas, y de sus resultados finales, en las dos principales economías de América Latina.
En contraste con López Obrador, los primeros anuncios económicos de Jair Bolsonaro, en Brasil, han sido serios, cautelosos y dirigidos a crear condiciones de certeza y credibilidad. Así, el área económica del gobierno brasileño y la empresa petrolera están siendo ocupadas por los llamadosChicago Boys, lo que sin duda es una buena noticia, en vista de los resultados excepcionales (vigentes hasta la fecha) de esta Escuela económica en un país como Chile.
Pero no todo será sencillo para el gobierno Bolsonaro: el Congreso brasileño ya ha puesto freno a algunos proyectos de su próximo gobierno. Si no logra destrabarlos, negociando con el podrido sistema de partidos brasileños, otros proyectos como la privatización de empresas estatales o, más aún, la indispensable reforma del sistema de pensiones serán simples castillos en el aire.
Apenas el año pasado, Brasil dejó dos años consecutivos de crisis, la peor recesión de su historia, creciendo apenas 1 por ciento. La expectativa es que este año crezca alrededor del 1.3 por ciento y que el crecimiento vaya incrementándose lentamente a futuro. Estas previsiones, modestas, han recibido un fuerte impulso con la elección de Bolsonaro, al grado de que al impacto positivo en la economía brasileña por su elección ya se le llama el Bolsorally.
De esa manera, ya se anuncian millonarias inversiones en Brasil, por parte de empresas globales como Enel, iFood, Toyota, Shell, Carghill y otras, en sincronía con la confianza que Bolsonaro genera en los mercados. Del mismo modo, ya se habla de lograr un mayor acercamiento con la economía estadounidense, quizá en detrimento de Mercosur, y un freno a la creciente presencia de China en la economía brasileña.
Así, parece ser un hecho que las inversiones que salgan de México, como efecto de la incertidumbre política y económica, irán principalmente a Brasil, tal como ya lo pronostican las principales empresas calificadoras y los fondos de inversión, apuntalando el crecimiento en ciernes de ese país.
De tal modo, hay un inicial trasvase de fondos e inversiones de México a Brasil, que podría acrecentarse en el futuro, si el nuevo gobierno mexicano no logra transmitir calma a los mercados o su coalición partidaria sigue actuando irresponsablemente. El tiempo que tarde en lograrlo será crucial: Un año espantandoinversionistas y empresas podrían significar desperdiciar medio periodo de gobierno de López Obrador. O más. Esto lo lamentaremos muchísimo si es que llega a concretarse el escenario de recesión en EEUU, que los especialistas prevén para 2019 o 2020: en lugar de aprovechar el sólido crecimiento actual de EEUU, estuvimos desperdiciando el tiempo “ablandando” inversionistas (¿a fin de prepararlos para un esquema irregular de financiamiento político similar al Lava Jato de Lula Da Silva? Pareciera).
El dinero no tiene ideología. Solo busca condiciones de confianza para crecer y multiplicarse. Y por ahora, los mercados han dictado un KO claro a favor de Bolsonaro y en contra de López Obrador en el terreno económico. Por desgracia, no se ven señales de que López Obrador mejore en el futuro cercano su desempeño. Al contrario: su daño a la economía podría extenderse también a la democracia y al Estado de Derecho.
Sobre Bolsonaro hay dudas reales sobre su real compromiso con la democracia y los Derechos Humanos. Sobre López Obrador hay cada vez menos dudas, como dejan ver sus teatrales “consultas ciudadanas”, su culto a la personalidad, su propuesta de centralización del poder, atacando el federalismo y la división de poderes… Pero en unos días, una vez tomando el poder, tendremos hechos reales de uno y otro, no solo declaraciones y proyectos.
EntrarTanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.