En un viaje que me llevó a Bolivia en 1997, tuve la oportunidad de conocer al embajador mexicano en ese país, Marcelo Vargas, hijo del inmortal Pedro Vargas. Coincidíamos en una noche de ronda en la bella ciudad de La Paz y, al enterarse que era mexicano, me invitaba a visitarlo el día siguiente. Aceptaba la invitación y me presentaba en la embajada a la hora establecida. Luego de los buenos días me preguntaba de qué parte de México era. Al responder que era de Sonora, pero, cortesía de López Portillo, ahora residía en Arizona, inició un ataque a EU cerrando con el clásico: “nos robaron la mitad de nuestro territorio”. Abandoné la embajada pensativo y las palabras del embajador se clavaban en mi mente.

La actitud de los mexicanos siempre ha sido de profundo rechazo a los EU, problema que fuera brillantemente expuesto por Alan Riding en el libro “Vecinos Distantes”. Él percibió claramente esta profunda brecha y afirmaba: “no existen dos países, línea con línea, que se conozcan y entiendan tan poco como México y Estados Unidos”. Hoy que la relación bilateral pasa por momentos de tensiones en una confrontación nacional contra el presidente Trump, emerge de nuevo ese sentimiento de ultraje que se exhibe en contra de su odiado enemigo, pero, aun tan odiado, quisieran emigrar a él y lo comprueban los cerca de 20 millones de mexicanos legales e ilegales viviendo en este país.

Ante el renacer de este sentimiento de guerra, he repasado las causas principales de esta actitud hacia nuestro vecino. Me ha sorprendido comprobar que la herida aún abierta es la pérdida de nuestro territorio hace casi 200 años, ante los apetitos territoriales de un Presidente americano muerto hace más de 150. Para apreciar el significado de este histórico evento, he proyectado un mundo hipotético sin haber sufrido esa amputación que aún, ante casi dos siglos de bruma, sangra profusamente. ¿Cómo luciría el mundo si los estados de California, Arizona, Nevada, Nuevo México, Colorado, Texas, Utah y parte de Oklahoma fueran todavía parte de México?

Esta región, ahora parte de los EU, aporta casi el 30% del valor de su economía. De los 21 Trillones de dólares que conforman al PIB americano, más de 6 Trillones se confeccionan en lo que fuera parte de México. Si las extremidades amputadas a México se pudieran considerar como un país independiente, portarían la tercera economía del mundo con un PIB superior al de Alemania, Inglaterra, Japón, Francia. La economía de esta parte de los EU es seis veces mayor que la de todo nuestro país. El ingreso per cápita de los habitantes de esta región es casi 8 veces superior a la de los mexicanos. La economía del suroeste de los EU es aproximadamente el 9% del PIB mundial, mientras que la mexicana no sobrepasa el 1%. El ingreso de los mexicanos que viven en esta parte de los EU es mayor al de los 120 millones residentes en México. 

Si esta región fuera todavía una extensión de nuestro México, proyectando el comportamiento económico de la región como un todo similar al entorno mexicano actual, el PIB de la amputación debería de situarse en 300 billones de dólares; es decir, el 5% de lo que actualmente lo configura. Subrayando, el mundo se estuviera privando de 5.8 Trillones de riqueza producida, riqueza no generada en esta región si todavía fuera orgullosamente mexicana.

De los 30,000 millones de dólares que los mexicanos en EU envían cada año, el 90% provienen del suroeste de los EU. Si ello fuera todavía parte de México, nos privaríamos de un ingreso de unos $25,000 millones de dólares que ha mantenido a flote al país. De los 10,000,000 de ilegales mexicanos que trabajan en los EU, el 80% lo hacen en esta región; entonces, tendríamos en México 8,000,000 de mexicanos sin empleo. De los más de 350 Billones de dólares que anualmente México le vende a los EU, su mercado en un 90% es el suroeste y así nos estaríamos privando de exportar 300,000 millones de dólares.

Los depósitos de petróleo en California, Colorado, Nuevo México y Texas que han cimentado empresas como Texaco, Standard Oil, en estos momentos serían propiedad de PEMEX y su jauría, con su respectivo sindicato. Habría huachicoleros en California, Texas, Colorado y Nuevo México. California con su Valle de San Joaquín, considerado como el jardín del edén mundial, fuera un gigantesco ejido controlado por la CNC y sus líderes, endrogado con el Banco Ejidal sin posibilidad de pago, pero en estos momentos el valor de su rendimiento es mayor que el de toda la producción agrícola de México. Esta es la diferencia entre dos entes en los que, uno se formara bajo el liberalismo de los padres fundadores de EU, y el otro bajo el mercantilismo, la opresión fiscal y draconianas regulaciones revolucionarias.

Y por eso, como escribiera Monroy, “el mexicano enano odia al gringo. Le empezó robando Texas, California, etc. De todo lo negativo, lo bajo, lo cruel en le mente del mexicano enano resultan culpables los gringos, ese mexicano empequeñecido por odios que fundamenta en la historia. Vigilante eterno de todos los errores de su vecino, porque no tiene fuerzas para admirar la grandeza de su pueblo. Por estarlo vigilando, no repara en ese mexicano que tiene desolado nuestro territorio. Porque los mexicanos somos patrioteros de pólvora y banderita, pero no somos capaces del sacrificio que la patria reclama”.

Trump está derrumbando estructuras que jamás habían sido tocadas a pesar de que, mantenerlas, cuesta trillones de dólares que desfilan desde ayuda internacional, acuerdos militares, acuerdos comerciales, despilfarros en la ONU, OTAN, FMI, Banco Mundial, faltantes en los Departamentos de Estado y de Defensa de casi $10 trillones de dólares, guerras. Pero al atacar estos problemas, emerge un conflicto similar al de los changos del zoológico que permitían los visitantes los alimentaran. Ante los problemas que se provocaban, prohíben esa práctica, pero los monos, al ver que se les “niegan sus derechos”, se rebelan atacando y destruyendo los autos que entran a su recinto.

Trump libra una sangrienta batalla que, si emerge victorioso, cambiaría la fisonomía del mundo. Lo ha expresado claramente con su “primero EU”. Eso significa que, antes de repartir dinero por el mundo, están los necesitados en EU, antes de las guerras y las ganancias del grupo de poder, están las vidas sacrificadas sin propósito. Antes de guerrear en el medio oriente, está el ahorro de los $7 trillones que ha costado. Eso lo enfrenta a las fuerzas más poderosas del mundo. Los mismos enemigos que enfrentaba JFK. 

Estos vecinos distantes se han embarcado en dos transformaciones. En EU derrumbando las barreras que llevaron al país de un gobierno que hace menos de 100 años consumía el 5% del PIB, al de la actualidad consumiendo más del 50%. Mientras que, en México la transformación no es tal, más bien es una regresión a los esquemas que han mantenido el país en el tercer mundo. Dos líderes con ideas muy diferentes. Con el estilo decisivo e intrépido de Trump, ante la personalidad y la forma de observar la política y la economía de AMLO, hay que esperar choques que pueden escalar niveles peligrosos.