Si no hay aumentos significativos en la productividad factorial total derivados de la introducción de nuevas tecnologías de producción, el crecimiento económico seguirá siendo muy bajo.
En los últimos dos artículos señalé que el bajo crecimiento que ha experimentado México durante las últimas décadas (2% promedio anual) es resultado de que el proceso mismo de crecimiento es caro. El pasado lo dediqué al bajo capital humano (tanto en cantidad como en calidad) que tiene en promedio la fuerza laboral, lo que se traduce en que sea caro introducir y adaptar nuevas tecnologías de producción, siendo que éste es el principal factor detrás de un crecimiento alto y sostenido al aumentar la productividad total de los factores de la producción.
El magro crecimiento registrado es explicado casi totalmente por la poca acumulación de capital (inversión neta de depreciación) y el aumento de mano de obra ya que la productividad factorial total ha estado estancada, aunque hay regiones como el norte y el Bajío en donde sí ha aumentado, mientras que en los estados del sur se ha desplomado.
¿Qué hay detrás de la raquítica innovación tecnológica en la producción? Se observa que la modernización tecnológica (sin que ello implique que la tecnología que se utiliza sea la de punta) se ha dado, principalmente, en sectores y regiones relacionados con el comercio exterior, como sucede en el norte y el Bajío, mismas que a su vez tienen una fuerza laboral con relativamente mayor capital humano. Se observa que las empresas extranjeras importan su tecnología de producción mientras que las nacionales adquieren tecnología externa y pagan regalías por su utilización.
Si analizamos el gasto en ciencia y tecnología, los 10 países en donde más se eroga (como porcentaje del PIB) son: Israel (4.3%), Corea del Sur (4.2%), Suecia (3.3%), Japón (3.1%), Austria (3.1%), Alemania (2.9%), Finlandia (2.8%), Estados Unidos (2.7%) y Bélgica (2.5%); en México es únicamente el 0.5% del PIB. Obviamente no toda la tecnología utilizada en un país es de desarrollo nativo (no es eficiente que así sea, aunque la directora de Conacyt así lo piense), ni todo el gasto realizado es con el fin de desarrollar nuevas tecnologías (existe el ejercido en ciencia “pura”), pero un país que gasta poco en esta área se impone una restricción al crecimiento.
Como reflejo del muy bajo gasto en ciencia y tecnología, están las patentes otorgadas a tecnologías y a desarrollos tecnológicos. Así, de las patentes otorgadas en México, las recibidas por nacionalidad (como porcentaje del total) fueron: Estados Unidos (46%), Alemania (7%), Japón (7%), Suiza (6%), Francia (5%), Reino Unido (2%) y otros (22%). El restante 5% fueron patentes otorgadas a mexicanos. Las principales instituciones mexicanas a quienes se les otorgaron patentes fueron la UNAM, el ITESM, el CINESTAV, el IPN y el Instituto Mexicano del Petróleo (la única empresa privada que está en los primeros lugares es MABE con 6 patentes recibidas). En México hay una notoria desconexión entre las universidades y las empresas, siendo que en muchos países la investigación en tecnología se hace en las universidades.
Finalmente, otro indicador es la capacidad de innovación tecnológica en el Índice de Competitividad elaborado por el Foro Económico Mundial para 140 países. En este pilar, el primer lugar lo tiene Alemania. Otros países: Estados Unidos 2º, Corea del Sur 8º, Canadá 13º, Israel 16º y China 24º. México, por su parte, ocupa el lugar 50º (con el subíndice de patentes en el lugar 59º y en el 86º en capacitación de la mano de obra).
Si no hay aumentos significativos en la productividad factorial total derivados de la introducción de nuevas tecnologías de producción, el crecimiento económico seguirá siendo muy bajo. El Plan Nacional de Desarrollo presentado la semana pasada le dedica sólo cinco inanes renglones a ciencia y tecnología.
*Artículo publicado originalmente en El Economista
EntrarTanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.