¿Cuál es la razón de ser del Estado y sus leyes? Una, y sólo una: reconocer y garantizar los derechos naturales de la persona, que son anteriores y superiores a cualquier Estado, a cualquier legislación, lo cual supone que el respeto a esos derechos es obligación de todos, gobierno y gobernados, por lo que nadie, ni un autócrata, ni una democracia, deben violarlos. La democracia que reconoce y garantiza esos derechos - que lo son a la vida, la libertad y la propiedad -, es una democracia liberal, que se funda en el reconocimiento de que no todo debe ser objeto de votación, voluntad de la mayoría que encuentra su límite en la vida, la libertad y la propiedad de las personas.

Sin embargo, en todas partes, la democracia ejerce presión para deshacerse del adjetivo liberal, demandando del Estado algo más que el reconocimiento y la garantía de los derechos naturales. Hoy, en las democracias, en mayor o menor medida, se demanda, inclusive antes que el reconocimiento y la garantía de los derechos naturales, y la gran mayoría de las veces en contra de ellos, la satisfacción de las necesidades, por lo menos de aquellos que no son capaces de satisfacerlas por sí mimos.

Uno de los mejores cómplices que ha tenido el Estado benefactor, que se concreta en el gobierno hada madrina, con su pretensión de concedernos todos los bienes, es la democracia, sobre todo la que se ha deshecho del adjetivo liberal, por lo que, en mayor o menor medida, viola los derechos a la propiedad y a la libertad, lo que sucede cada vez que el gobierno, con la intención de satisfacer las necesidades de algunos de sus gobernados, redistribuye, quitándole a unos para darle a otros, práctica común y corriente: gobernar se ha vuelto sinónimo de redistribuir.

La degeneración del Estado, de defensor de los derechos naturales de la persona, a satisfactor de las necesidades de la gente, sobre todo en sistemas políticos democráticos, en los cuales la mayoría vota a favor del gobierno hada madrina, ha sido universal y, salvo casos extremos, generalmente aceptada, lo cual supone, una y otra vez, la violación de los derechos de algunos gobernados, aquellos a quienes el gobierno les quita, con el fin de darle a otros, lo cual viola, no solamente la propiedad, sino también la libertad, por una razón muy sencilla: la propiedad es la condición de posibilidad de la libertad, y en la misma medida en la que se limita o elimina la primera, se limita o elimina la segunda.

La degeneración del Estado, de defensor de los derechos naturales de la persona, a satisfactor de las necesidades de la gente, la transformación del Estado en Estado benefactor, y la conversión del gobierno en gobierno hada madrina, ha dado como resultado la violación sistemática de dos de los tres derechos naturales de la persona, a la libertad y a la propiedad, lo cual, en sistemas democráticos, supone la derogación, de parte de una mayoría, de los derechos de la mínima minoría, el individuo, cuya propiedad y libertad se ven amenzadas por el Estado y sus leyes, algo grave, comenzando por el hecho de que la mayoría de los individuos no siquiera está consciente de lo que está pasando.

Por ello, pongamos el punto sobre la i.