¿En qué consiste la libertad? De entrada, en el poder del ser humano para decidir y elegir y, todavía más importante, para decidirse y elegirse, poder que llega ser tan importante que, cuando se le opone el poder de otro, otro que intenta decidir y elegir por uno, la rebelión, ¡La Rebelión de la Libertad!, no se hace esperar. El ser humano quiere decidir y elegir, quiere decidirse y elegirse, y no soporta que alguien más limite, no digamos elimine, ese poder. No por trillada la frase de don Quijote deja de ser cierta: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”. ¡Honra y libertad!

¿Pero qué es lo primero que debe decidir el ser humano y, a partir de esa decisión, qué es lo primero que debe elegir? Lo primer que debe decidir es si va regir su vida en función de principios o, dicho de otra manera, si limitará su libertad a partir de ciertos valores, limitación de la libertad que no puede ser más que el resultado de la libertad misma. Es más: para que esa rectoría, esa limitación, tenga valor moral debe ser consecuencia de la libertad, es decir, de haberla decidido libremente.

Una vez que el ser humano ha decidido que sí limitará su libertad (lo cual es tanto como limitarse a sí mismo) en función de ciertos valores, es decir, decidido que sí regirá su vida (lo cual es tanto como regirse a sí mismo) en función de ciertos principio, debe elegir cuáles serán esos principios, cuáles serán sus valores, comenzando por los valores y principios indispensables para la convivencia civilizada, que se basa en el respeto a las decisiones y elecciones de los demás, con una sola condición: que tales decisiones y elecciones no violen los derechos naturales de las persona a la vida, la libertad y la propiedad.

Decidir si limita o no su libertad: primer acto libre del ser humano. Elegir en función de qué valores, de qué principios, limitará su libertad: segundo acto libre de la persona, decisión de límites, y elección de principios y valores, que hacen posible que la libertad no degenere en libertinaje, que hacen posible, como lo señaló Pico della Mirandola, que el ser humano degenere hacia las cosas inferiores, que son las bestias, o que se regenere hacia las superiores, que son divinas.

Es libre quien libremente se impone a sí mismo valores y principios, traducidos en códigos de conducta, ya sea que él los haya redactado o que alguien más lo haya hecho. Lo anterior quiere decir que es libre quien es capaz de limitarse a sí mismo, de determinarse a sí mismo, para lo cual debe gobernarse a sí mismo, para lo cual debe poseerse a sí mismo, siendo tal posesión, para cualquier ser humano, la única verdaderamente radical (como claramente lo vio Karol Wojtytla en Persona y acción).

Cuando el ser humano se rige por reglas a las que ha dado su consentimiento, lo cual quiere decir que las ha elegido, es libre. Si es así, ¿qué tan libre somos realmente?

Por ello, pongamos el punto sobre la i.