Si egoísmo significa lo que Rojas dice que significa, entonces la mayoría de la gente, la mayor parte del tiempo, es egoísta, porque la mayor parte del tiempo, la mayoría de la gente, se ocupa de sus asuntos, buena parte de los cuales tiene que ver con la búsqueda de su bienestar y del bienestar de sus seres queridos. ¿Tiene eso algo de malo? No, sobre todo si al hacerlo se respetan los derechos de los demás, comenzando por el derecho de cada quien para ocuparse de sus asuntos, entre los que destaca la búsqueda, vía el trabajo productivo, del propio bienestar, todo lo cual supone respetar el principio de no agresión: mientras al hacer lo que haga, cualquier actividad que esto suponga, yo no agreda a los demás -respete su vida, su libertad y sus propiedades- nadie tiene el derecho de impedírmelo. El límite de mis acciones debe ser, única y exclusivamente, el respeto a los derechos de los demás.

Si egoísmo significa lo que Rojas dice que significa, entonces el actuar egoístamente -ocupándose cada quien de sus asuntos, los relacionados con el bienestar en primer lugar- no solamente no supone un mal sino la ocasión para muchos bienes, tal y como sucede, por ejemplo, en el mercado, es decir, en la relación de intercambio entre un oferente y un demandante, relación a la que cada una de las partes accede por motivos egoístas, relacionados con su bienestar. Para entenderlo hay que tomar en cuenta lo siguiente: 1) el demandante, al comprar, pretende su bienestar, de la misma manera que el oferente, al vender, pretende el suyo; 2) el demandante valora más lo que recibe que lo que da, y el oferente valora menos lo que da que lo que recibe; 3) dado que el demandante valora más lo que recibe que lo que da, después del intercambio su bienestar es mayor que antes, y dado que el oferente valora menos lo que da que lo que recibe, después del intercambio su bienestar también es mayor; 4) dado que después del intercambio el bienestar de las dos pares involucradas es mayor, el resultado de dicha actividad es un bien común; 5) ese bien común es el resultado, no de la actuación benevolente de las partes, sino de su conducta egoísta, llevada a cabo dentro de los límites impuestos por el principio de no agresión.

Supongamos que A necesita lo que B tiene, lo cual hace que la postura de A frente a B sea egoísta: A intentará satisfacer su necesidad, actuando egoístamente, lo cual le presenta dos posibilidades: 1) actuar egoístamente respetando los límites que impone el principio de no agresión; 2) comportarse de manera egoísta violando los límites de dicho principio. En el segundo caso A le robará a B. En el primero A le ofrecerá a B algo a cambio de lo que necesita. En el primer caso -robo- A gana y B pierde, tratándose de un juego de suma cero. En el segundo -intercambio- ambas partes ganan, generándose un bien común, tratándose de un juego de suma positiva. En ambos casos la actuación de A es egoísta y la diferencia está en el respeto o violación del principio de no agresión, respeto que ocasiona que entonces, dado lo que A le ofrece a B, éste actúe también de manera egoísta.

Si el resultado del intercambio es el bien común, y si lo que motiva a las partes involucradas es el  egoísmo, ¿podemos afirmar que el egoísmo es un vicio y no una virtud? Ayn Rand tenía razón cuando hablaba de la virtud del egoísmo.

Por ello, pongamos el punto sobre la i.