Uno podría pensar que el socialismo es el sistema político, económico y social por medio del cual el gobierno garantiza la satisfacción de las necesidades básicas de los gobernados -alimentación, atención médica, educación, para empezar- razón por la cual se trata de un sistema en el cual el gobierno vela por el bienestar de los gobernados, garantizándoles, ¡por lo menos!, la satisfacción de las necesidades básicas.

Ante las pretensiones de los socialistas no hay que olvidar que, dado que el problema económico de fondo es la escasez, el hecho de que no todo alcanza para todos, y menos en las cantidades que cada uno quisiera, el gobierno no puede darle todo a todos, de tal manera que sólo le da algo a algunos, y ese algo que a algunos les da previamente se lo tuvo que haber quitado a otros, por lo que el socialismo es, en esencia, redistribución: el gobierno les quita a unos para darles a otros, practicando la expoliación legal, el robo con todas las de la ley.

A los socialistas hay que preguntarles si es éticamente correcto obligar a Juan a beneficiar a Pedro, y aclaro que no estoy cuestionando la ayuda que Juan le pueda dar voluntariamente a Pedro, sino el uso de la coacción para obligar a que Juan ayude a Pedro. ¿Es éticamente correcto obligar a Juan a beneficiar a Pedro? El socialismo, ¿es éticamente correcto? Porque eso, obligar a unos a beneficiar a otros, es lo que, en esencia, es el socialismo, obligación que, por lo general, se impone por medio de la redistribución del ingreso: el gobierno obliga a Juan, por medio del cobro de impuestos, a entregarle parte del producto de su trabajo, que Juan ya no podrá usar en beneficio propio, para, a través del gasto social, ayudar a Pedro, quien así será capaz de satisfacer algunas necesidades, no gracias a su trabajo, sino gracias al trabajo de Juan, gracias a una parte del producto del trabajo de Juan, aquella que fue obligado a entregarle al gobierno, quien le ahorró a Pedro la vergüenza de robarle a Juan. El socialismo es robo legalizado, legalización que no le quita un ápice de injusticia a tal expoliación.

En el socialismo el gobierno está para robarles a unos con el fin de darles a otros, todo lo cual parte del supuesto, expresado por Herbert, de que algunos seres humanos, los que se benefician de la redistribución del ingreso, tienen el derecho de coaccionar a otros seres humanos, y de hacerlo, no para evitar que le hagan el mal a otros, sino para obligarlos a hacerles el bien, bien que solamente debe ser hecho voluntariamente, no por la fuerza, mucho menos por la fuerza del gobierno, mucho menos bajo la amenaza del castigo.

Si en el socialismo el gobierno está para robarles a unos con el fin de darles a otros, hoy todos los gobiernos, de derecha, centro o izquierda, son socialistas, porque todos los gobiernos, en mayor o menor medida, pero siempre en alguna, redistribuyen, al grado de poder afirmar que hoy gobernar es sinónimo de redistribuir, y basta revisar los presupuestos de egresos de los gobiernos, ¡de cualquier gobierno!, para comprobarlo.

La única tarea legítima de un gobierno es prohibir que dañemos a los demás en su vida, su libertad y su propiedad. Dar el siguiente paso, tal y como lo hicieron los socialistas, y obligar a que, indirectamente, por mediación del gobierno, y gracias a la redistribución del ingreso que hace posible el gasto social, le hagamos el bien a los demás, es una arbitrariedad que viola la propiedad privada y, dado que ésta es la condición de posibilidad de la libertad individual, también viola a ésta última, violaciones que son consubstanciales al socialismo y, hoy en día, a cualquier gobierno.

Por ello, pongamos el punto sobre la i.