Patria, es decir, lugar en el que se ha nacido, nacimiento que no decidimos, patria que, por lo mismo, no elegimos, y que muchas veces nos exige más de lo que debe, suponiendo que sea ella, la patria - es más: La Patria -, la que nos lo exige y no, como realmente ocurre, quienes, creyéndose, desde los únicos capaces de interpretarla, hasta la encarnación de la misma, nos imponen, a manera de justificación, “razones” como las siguientes: “Es por la patria…”. “Se lo debes a la patria…”. “La patria te reclama…”. “La patria demanda el sacrificio de tus hijos…” o, para citar la frase paradigmática, “La patria es primero”, afirmación que no se entiende, comenzando por la primera pregunta que hay que hacer: ¿qué es la patria?

Según el diccionario la patria el lugar en el que se ha nacido, lugar que es, obviamente, el primero que se ha ocupado al nacer, única manera de entender aquello de que la patria es primero, oración que entonces deja de ser prescriptiva para ser, únicamente, descriptiva. Desde este punto de vista la patria, es decir, el lugar donde se ha nacido, resulta, ¡obviamente!, lo primero. Lo primero, pero únicamente desde el punto del espacio, del lugar.

La patria predetermina: de entrada otorga una nacionalidad que, para comenzar, le impone a la persona una serie de obligaciones claramente violatorias de la libertad, comenzando por la más grave: la conscripción obligatoria. ¿Cómo justificar tal arbitrariedad de parte del poder político? Muy sencillo: “La patria es primero” y, por ello, a ella nos debemos, no solamente por ser lo primero, sino porque, bajo ciertas circunstancias, debe ser lo último. Pero insisto: ¿qué es la patria?

Más allá de la definición real – la patria es el lugar donde se ha nacido -, está la definición nominal: patria es la tierra paterna (pater = padre; patris = tierra paterna), motivo válido para venerarla, defenderla y sacrificarse por ella, siempre y cuando esa veneración, esa defensa y ese sacrificio sean el resultado de la libertad, es decir, de haberlos querido voluntariamente. ¿Pero qué sucede cuando quienes detentan el poder político recurren a la patria, que por su retórica se convierte en La Patria,  para imponer veneración, defensa y sacrificio?

Más allá del lugar de origen, o del lugar de origen del padre, la patria, como lo señala Aristóteles, es la nación donde se vive mejor, y ello es, siempre, producto de la decisión de uno, es decir, de la autodeterminación, superándose así la predeterminación que, con relación al lugar donde se ha nacido, trae consigo el nacimiento. Yo elijo mi patria – YO elijo MI patria -, lo cual no supone, necesariamente, rechazar la patria en la cual se ha nacido, la cual se puede elegir a posteriori, pero elegir al final de cuentas, pero sí supone la posibilidad de elegir otra distinta, sin que patria alguna, ni aquella en la que nacimos, ni aquella en la cual queremos vivir, nos lo impida, impedimento que es, no la excepción, mucho menos la que confirma la regla, sino la pauta, impedimento que nunca es el resultado de la acción de la patria, sino de aquellos que, seres humanos que detentan el poder político, se creen desde los únicos capaces de interpretarla hasta su mismísima encarnación, encarnación e interpretación que suponen que la patria existe de manera sustancial, por sí misma, siendo que solamente puede existir de manera accidental, es decir, en otro, tal y como se concluye de la distinción aristotélica entre la sustancia y los accidentes.

Por último lo más importante: si el ser humano tiene el derecho a elegir patria (el que muchas veces los “representantes” de la patria no reconozcan ese derecho e impidan su práctica no lo elimina), igual derecho tiene a ser apátrida, es decir, a no tener patria alguna: ser, sin necesidad de ser mexicano, español o alemán, mucho menos oficialmente, con acta de nacimiento, documento de identificación, pasaporte y demás parafernalia de la patria oficial.

La patria es el país donde se vive mejor, y ello solamente puede ser producto de la decisión de abandonar la patria donde se nació para elegir la patria donde se vivirá. La patria no debe ser producto de la predeterminación que impone el nacimiento, sino de la autodeterminación que resulta de la libertad.

Por ello, pongamos el punto sobre la i.