Entiendo por socialismo el arreglo institucional que justifica, y la acción gubernamental que la realiza, la redistribución de la riqueza, buscando no tanto la eliminación de la pobreza sino la igualdad de ingresos o, por lo menos, una menor desigualdad en la materia, redistribución que supone el cobro de impuestos con fines redistributivos y su redistribución por medio del gasto social del gobierno. En pocas palabras: el gobierno le quita a A parte del producto de su trabajo (cobro de impuestos) para darle a B lo que no es producto de su trabajo (cobro de impuestos con fines redistributivos), todo lo cual no deja de ser un robo con todas las de la ley, la expoliación legal de la que ya habló Bastiat en la primera mitad del siglo XIX, al analizar y criticar, precisamente, al socialismo.

Esa redistribución es, como lo apunta Kofman, coacción sistemática en contra de la acción humana, que siempre es emprendedora, aunque no necesariamente empresarial. La acción humana siempre es emprendedora porque cada vez que el ser humano actúa lo hace con la intención de lograr un fin, cuyo logro representa para el agente un bien, bien con el cual mejora su situación. Emprender significa, nos dice el diccionario, “acometer y comenzar una obra, un negocio, un empeño…”, y en ello consiste la acción humana, que es esencialmente emprendedora.

El ser humano actúa con la intención de lograr un fin al cual, si tanto el fin como el medio para conseguirlo fueron lícitos, es decir, “según razón y justicia”, el agente tiene derecho, derecho que es violado cada vez que el gobierno le cobra impuestos con fines redistributivos. En tal caso el gobierno obliga a A a entregarle parte del producto de su trabajo para darle a B lo que no es producto del suyo. Este acto, independientemente de quién sea quien lo realice (un ladrón o el gobierno), y de cómo lo realice (el ladrón a punta de pistola o el gobierno amparado en alguna ley), es un robo. Es coacción sistemática contra la acción humana, siendo grave la coacción, pero más grave todavía lo sistemático de la misma. ¿Cuántas veces roba un ladrón a la misma persona? ¿Cuántas veces le cobra el gobierno, a una misma persona, impuestos con fines redistributivos? El socialismo es expoliación legal sistemática, y sistemática precisamente por legal, porque tanto el cobro de impuestos con fines redistributivos, como el gasto social del gobierno con el fin, no de garantizar derechos, sino de satisfacer necesidades, están avalados por leyes, injustas, pero leyes al final de cuentas, a cuyo cumplimiento obliga el gobierno a los ciudadanos.

Todo Estado, y su agente más conspicuo: el gobierno, supone la institucionalización de la violencia, el uso de la fuerza en contra de los ciudadanos, lo cual se justifica solamente si el gobierno usa la violencia para evitar que A viole los derechos de B y para castigar a A en caso de que viole los derechos de B. Pero en el socialismo el gobierno usa la fuerza, ejerce la violencia, para obligar a A, por intermediación del mismo gobierno (cobro de impuestos con fines redistributivos y gasto social gubernamental), a ayudar a B, lo cual supone obligar a A a trabajar en beneficio de B, ¡sin recibir nada a cambio! No se trata de la distribución de la riqueza por medio del intercambio en el mercado, que siempre es un juego de suma positiva: ambas partes ganan, sino de la redistribución de la misma por medio del cobro de impuestos con fines redistributivos y del gasto social gubernamental, que siempre es un juego de suma cero: lo que B gana es lo que A pierde, todo lo cual no es más que expoliación legal, coacción sistemática en contra de la acción humana emprendedora, siendo ésta, por mucho, la principal tarea del gobierno hoy en día, siempre justificada en función de la justicia social, el bien común, las necesidades insatisfechas de los pobres, etc. Hoy gobernar es sinónimo de redistribuir, y de redistribuir cada vez más, por lo menos hasta que duren los recursos.

Por ello, pongamos el punto sobre la i.