La libertad es, entre otras muchas cosas, la capacidad del ser humano para introducir novedades en el mundo, para sustituir la predeterminación por la autodeterminación, para hacer del futuro un por hacer, no un por llegar, para lo cual resulta indispensable la posibilidad, entre otras, de decirle NO, no como lo señala Silone, a cualquier tipo de autoridad, sino a la autoridad arbitraria, aquella que se usa para violar los derechos de la persona, algo que sucede, con frecuencia, cuando de la autoridad política se trata, desde la derecha hasta la izquierda, sin pasar por alto, desafortunadamente, a muchos liberales, aquellos que no han descubierto la relación entre propiedad y libertad, siendo que la primera es la condición de posibilidad de la segunda, de tal manera que todo lo que limita a la primera limita a la segunda, siendo la más clara muestra de esta limitación la redistribución que, quitándole a unos y dándole a otros, llevan a cabo todos los gobiernos. ¡No existe uno solo que no redistribuya!

La libertad, más que suponer la posibilidad de dudar, posibilidad que siempre existe en el ser humano, supone la posibilidad de expresar abiertamente esa duda, sin que el poder - que puede ser político, religioso, ideológico, etc. -, lo prohíba, ¡sobre todo cuando se duda de la legitimidad de dicho poder!

La libertad, más que suponer la posibilidad de cometer un error, posibilidad que siempre existe en el ser humano, supone la posibilidad de que, quien comete el error, se responsabilice por sus consecuencias, sin que el poder - que puede ser político, religioso, ideológico, etc. -, la asuma, ¡por más que quien haya cometido el error quiera que otro asuma las consecuencias!

La libertad supone la posibilidad de decir NO, no a cualquier autoridad, sino a la que es arbitraria, a la que se usa para violar los derechos de la persona; a la que mata, esclaviza, roba; a la que no respeta la vida, la libertad y la propiedad de la persona; a la que es, no autoridad legítima, sino autoridad arbitraria; a la que hace aquello que prohíbe y prohíbe aquello que hace; a la que usa la ley para violar derechos y viola derechos legalmente, es decir, a la que redacta y promulga leyes injustas; a la que cree que gobernar es algo más que reconocer y garantizar los derechos de las personas a la vida, la libertad y la propiedad, convencida que gobernar supone desde preservar al gobernado de todos los males, comenzando por aquellos que se puede hacer a sí mismo, hasta otorgarle todos los bienes, desde la cuna hasta la tumba, gobiernos ángel de la guarda (preservan de todos los males) y hada madrina (conceden todos los bienes) que van más allá de la redistribución, para hacer del gobierno, no solamente el redistribuidor, sino el dispensador de todos los bienes (hada madrina) y el salvador de todos los males (ángel de la guarda).

Es a esta autoridad (la arbitraria; la del gobierno redistribuidor; la del gobierno ángel de la guarda; la del gobierno hada madrina; la de las leyes injustas), a la que la libertad debe oponerse, a la que la libertad debe decir NO, negativa que (ésta es la otra cara de la moneda) supone afirmar y reafirmar la vida, la libertad y la propiedad de la persona frente a quienes se han convertido en su principal amenaza: los gobernantes, quienes se creen con el derecho de eliminar o limitar la vida, la libertad y la propiedad de los gobernados, cuando la realidad es que, con lo único que cuentan para hacerlo es, no con el derecho, sino con el poder, ¡algo muy distinto!

Por ello, pongamos el punto sobre la i.