"La democracia es una forma superior de gobierno, porque se basa en el respeto del hombre como ser racional."
Lo primero que hay que
aclarar es que la democracia no es una forma de gobierno, mucho menos una forma
superior de gobierno, ¡de hecho no debe ser forma de gobierno!, sino una manera
de elegir gobierno, algo muy distinto.
Gobernar es crear y
conservar un orden legal justo, siendo justo aquel orden legal que reconoce
plenamente, define puntualmente y garantiza jurídicamente la vida, la libertad
y la propiedad de las personas. La democracia es la forma de elegir a los
gobernantes, quienes harán valer ese orden justo, sin olvidar que ese orden
justo de reconocimiento, definición y respeto de los derechos naturales de la
persona no es resultado de la democracia, sino anterior y superior a ella, lo
cual quiere decir que la democracia encuentra su límite, ¡que debe ser
insalvable!, en la vida, la libertad y la propiedad de la persona. ¿De qué
estoy hablando? De la democracia liberal.
Si por democracia
entendemos decidir y elegir en función de la voluntad de la mayoría, gobernar,
entendiendo dicha acción como la creación y conservación de un orden legal
justo, no debe ser una tarea democrática: hacer valer los derechos de los
gobernados no debe ser el resultado de la voluntad de la mayoría, debiendo ser
una cuestión de principio, ¡independientemente de la opinión de la mayoría!
¿Que en la realidad muchas veces no es así? Cierto, ¡y por eso estamos como
estamos!
Lo segundo que hay que
comentar es la supuesta racionalidad del ser humano, sobre todo en su calidad
de elector, que es su papel fundamental en el campo de la democracia. Ya en una
fecha “tan lejana” como lo es 1957, Anthony Downs, en
su libro Teoría Económica de la
Democracia, habló de la ignorancia
racional que caracteriza al elector medio, para quien el precio a pagar
para votar de manera racional (con conocimiento de causa; entendiendo las
propuestas de los distintos candidatos; distinguiendo entre fines y medios;
siendo capaz de deducir sus consecuencias, sobre todo generales y de largo
plazo, etc.), es superior al beneficio, sobre todo porque su voto, ¡uno entre
millones, es decir, marginal!, razonado o no, no influirá en el resultado de la
elección, razón por la cual no lo paga, manteniéndose en la ignorancia
racional, cuyo resultado es un voto irracional, sin conocimiento de causa.
Ya en una fecha más
reciente, 2007, Bryan Olson
publica un libro cuyo título es El Mito del Elector Racional, título que ya de suyo muestra cuál es
la opinión del autor en torno al tema de la (supuesta) racionalidad del elector.
Dado que muchos de los temas tratados durante las campañas electorales son
económicos (crecimiento, empleo, inflación, impuestos, comercio, migración,
etc.), Olson se pregunta por los conocimientos (ojo:
conocimientos, no opiniones) que, de dichos temas, tienen los electores, investiga
para encontrar la respuesta, y llega a la conclusión de que dichos
conocimientos dejan mucho que desear, conocimientos que, la gran mayoría de las
veces, no pasan de ser opiniones, lo cual nos lleva a la siguiente pregunta:
¿qué tan racional es el voto de alguien que elige, no a partir de
conocimientos, sino de opiniones, mismas que, aparentemente lógicas, sobre todo
en materia de economía, bien analizadas no pasan de ser disparates?
No: la democracia no es
una forma superior de gobierno, sino la manera menos mala (¿?) de elegir
gobernantes. La democracia, como forma de gobierno, sería (como en muchos casos
lo es) una forma inferior de gobierno, en constante violación de los derechos
naturales de la persona. Sí: el ser humano es racional, y esa racionalidad,
paradójicamente, lo lleva a la ignorancia racional en su calidad de elector y,
por lo tanto, al voto irracional. Sin embargo, muchos creen que la democracia
es una forma superior de gobierno, y que lo es, como lo señala Kennedy, por
obra y gracia de la racionalidad del ser humano como elector.
Por ello, pongamos el
punto sobre la i.
Tanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.
Tanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.
Si necesitamos un Estado para combatir otro Estado, por regresión, ¿cómo se justifica la existencia del primer Estado?
Los enemigos de la libertad –de izquierda, derecha o centro– tienen un denominador común: la fe en el Estado.
De la ley nace la seguridad.