Una tendencia lamentable en el desarrollo de la ciencia económica en las últimas décadas ha sido el considerar al Estado y no al emprendedor como el actor principal del proceso económico.
Podemos definir al progreso económico como la capacidad para producir más y mejores bienes y servicios para un mayor número de gente. Producir más bienes y servicios, capaces de satisfacer más necesidades, dimensión cuantitativa del progreso económico. Producir mejores bienes y servicios, capaces de satisfacer mejor las necesidades, dimensión cualitativa. Producirlos para un mayor número de gente, dimensión social.
¿De qué depende esa capacidad? De las inversiones directas, destinadas: (i) a la producción de bienes y servicios, satisfactores con los que satisfacemos nuestras necesidades, producción con la cual se mide el crecimiento de la economía; (ii) a la creación de empleos, ya que para producir alguien tiene que trabajar; (iii) a la generación de ingresos, ya que a quien trabaja se le paga. Todo esto depende de las inversiones directas: producción, empleo, ingreso.
¿De qué dependen las inversiones directas? De la competitividad del país, definida como la capacidad de una nación para atraer, retener y multiplicar inversiones directas. Atraer: que los capitalistas decidan invertir directamente en el país. Retener: que los capitales invertidos directamente en el país se queden invertidos directamente en el país. Multiplicar: que las utilidades generadas por los capitales invertidos directamente en el país se reinviertan directamente en el país.
¿De qué depende la competitividad del país? De un conjunto de elementos que van, desde la infraestructura de comunicaciones y transportes, hasta los impuestos. A menos impuestos y mejor infraestructura, y un largo etcétera, mayor competitividad del país.
A mayor competitividad del país más inversiones directas. A más inversiones directas mayor producción de bienes y servicios, mayor creación de empleos, mayor generación de ingresos. A mayor producción de bienes y servicios, mayor creación de empleos, mayor generación de ingresos, más progreso económico y, por lo tanto, mayor bienestar.
Ya sabemos de qué depende el progreso económico. De la competitividad del país y de las inversiones directas. Una pregunta más importante es de quién depende. De los empresarios, agentes económicos que, dependiendo de la competitividad del país, invierten directamente. De ellos depende la producción de bienes y servicios, la creación de empleos, la generación de ingresos. Vale la pena repetirlo: producción de bienes y servicios, creación de empleos, generación de ingresos. Y al hablar de empresarios me refiero, obviamente, a los privados, que actúan desde la iniciativa privada, partiendo de la libertad individual para producir, ofrecer y vender, y de la propiedad privada sobre los medios de producción, necesarios para poder producir, ofrecer y vender bienes y servicios, iniciativa privada que nunca podrá ser sustituida, obteniendo mejores resultados, por la iniciativa gubernamental (que siempre es más gubernamental que iniciativa), empresarios privados que nunca podrán ser reemplazados, consiguiendo mejores resultados, por empresarios gubernamentales (que siempre son más gubernamentales que empresarios).
Sin embargo, como lo señala Ramírez de Alba, una tendencia lamentable en el desarrollo de la ciencia económica es considerar al gobierno, no al empresario, como el principal agente económico. En el típico libro de texto de economía, ¿cuántas veces se menciona al empresario y cuántas al gobierno? ¿Cuánto espacio se le da a la empresarialidad y al emprendedurismo y cuánto a las políticas económicas gubernamentales?Ramírez de Alba tiene toda la razón.
Por ello, pongamos el punto sobre la i.
Tanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.
Tanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.
Si necesitamos un Estado para combatir otro Estado, por regresión, ¿cómo se justifica la existencia del primer Estado?
Los enemigos de la libertad –de izquierda, derecha o centro– tienen un denominador común: la fe en el Estado.
De la ley nace la seguridad.