La ley debe respetarse, no porque la autoridad la haga respetar en función del castigo al que se hace acreedor quien la viola, sino porque la persona comprende la utilidad que la misma tiene, ya sea para salvaguardar los derechos de la persona a la vida, la libertad y la propiedad (leyes que tienen que ver con la justicia, es decir, con la voluntad de respetar los derechos de los demás), ya sea para ordenar la convivencia humana en todo lo que, directamente, no tiene que ver con los tres derechos antes mencionados, pero que resulta indispensable para conseguir eso, una convivencia ordenada (reglamentos que tienen que ver con las obligaciones de los ciudadanos, es decir, con la intención de respetar las reglas del juego de la convivencia civilizada, desde el reglamento de tránsito hasta el pago de impuestos, nada de lo cual tiene que ver, al menos no directamente, con los tres derechos antes mencionados, sino con la convivencia ordenada; se trata de lo que Adam Smith llamó leyes de policía).

La ley debe respetarse, en primer lugar, no porque la autoridad la haga respetar amenazando con el castigo, sino porque se comprende su utilidad, tanto para salvaguardar la vida, libertad y propiedad de las personas, como para ordenar la convivencia humana. En segundo término la ley debe respetarse porque es respetable, entendiendo por esto último, no la amenaza del castigo y, en última instancia, el castigo, sino la sensatez, la lógica, el sentido común del que parten las leyes. Hay leyes que no se respetan porque simple y sencillamente no son respetables, y no lo son por ser ilógicas, insensatez, carentes de sentido común, leyes irrespetables que encontramos, sobre todo, en el segundo conjunto de los dos antes mencionados, el que tiene que ver con el ordenamiento de la convivencia humana, ordenamiento que, cuando va más allá de cierto límite, límite que los ordenadores, es decir: los legisladores, superan con facilidad, hace de la ley algo imposible de respetar, algo simple y sencillamente irrespetable.

Pongo un ejemplo. Supongamos, uno, un automóvil nuevo, con tecnología de punta de la A hasta la Z, sobre todo en materia de seguridad. Supongamos, dos, una autopista nueva, que cumple con todas las especificaciones que debe cumplir en materia de seguridad, de varios carriles, sin curvas peligrosas, bien señalizada. Supongamos, tres, un límite de velocidad, impuesto por la autoridad (in)competente, de ochenta kilómetros por hora. Esta ley, que prohíbe circular, con ese automóvil y por esa carretera, a más de ochenta kilómetros por hora, ¿es una ley respetable? ¿Es una ley sensata, lógica, de sentido común, por más buena que sea la intención: evitar accidentes? Al final de cuentas, si lo que se quiere es evitar cualquier accidente, ¿por qué no imponer un límite de velocidad de cero kilómetros por hora?, es decir, ¿por qué no prohibir el uso del automóvil?

Otro ejemplo. Una ley tributaria, que obliga al contribuyente, independientemente de cuál sea su nivel de ingreso, a entregarle al recaudador más de la mitad de su ingreso (el 55 por ciento, por poner un ejemplo), ¿es una ley respetable, que parte del sentido común, de la lógica, de la sensatez de quienes la redactaron, que no son otros más que los legisladores?

Es más, intentar reglamentarlo todo, reglamentación total hacia la cual vamos (compárese todo lo que se reglamenta hoy con lo poco que se reglamentaba hace uno, dos o tres siglos), ¿es sensato, lógico, de sentido común? ¿Qué tan respetable sería un marco jurídico que intentara reglamentarlo todo, al estilo Un mundo feliz (Huxley, 1932), 1984 (Orwell, 1949) o Fahrenheit 451 (Bradbury, 1953)? ¿Qué tan respetable serían las leyes redactadas y promulgadas por quienes Adam Smith bautizó con el nombre de hombres de sistema o, dicho de otra manera, los sistematizadores, que no son sino quienes quieren hacer de las relaciones interpersonales (concepto mucho más claro que el de relaciones sociales), un rompecabezas en el cual, ellos, ponen cada pieza en su lugar? Hoy estos sistematizadores abundan, sobre todo en las cámaras legislativas, razón por la cual abundan leyes irrespetables.

Por ello, pongamos el punto sobre la i.